Quizá por lo que más recordamos a Carlos Monsiváis es por su ácido sentido del humor, por su manejo virtuoso del idioma para hacer la crónica y la crítica de la cultura nacional de una manera tan divertida como profunda. Es el tercero de los cinco escritores fallecidos en el 2010 (murió el 19 de junio, justo al día siguiente del deceso de José Saramago) de los que hemos estado hablando en esta columna. Para recordarlo, transcribo un fragmento de una entrevista que le realizó Cristián Warnken que da fe de su inteligencia, su cultura y su manejo lúdico de la palabra. La entrevista fue hecha para el programa televisivo chileno La belleza de pensar, se realizó en Santiago en 1999.

A manera de epígrafe, Warnken inicia con un fragmento de Amor América, de Pablo Neruda:

Antes de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.
El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla,
fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.
Tierno y sangriento fue, pero en la empuñadura
de su arma de cristal humedecido,
las iniciales de la tierra estaban
escritas.
Nadie pudo
recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.
No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje
cayó una gota roja en la espesura
y se apagó una lámpara en la tierra.
Yo estoy aquí para contar la historia.

Y da inicio a la conversación:

A ver, Carlos, una pregunta amplia, de alguna manera, la poesía funda, ha fundado en América momentos históricos, o por lo menos ha dado cuenta de ciertos momentos clave de la historia…

-Más que eso, proporciona el idioma, la poesía es el idioma último y primero, el desgaste que se está dando en el idioma público se debe al distanciamiento con la poesía. «Antes de la peluca y la casaca / fueron los ríos, ríos arteriales: / fueron las cordilleras, en cuya onda raída 7 el cóndor o la nieve parecían inmóviles (Amor América. Pablo Neruda», eso le da un idioma, en un momento dado, a toda América Latina. Los políticos, incluso, si saberlo, pretenden, al hablar, crear cláusulas nerudianas, la adjetivación nerudiana se impone, las veces que yo oí citar, ‹porque en mi vida, México, vives como una pequeña águila equivocada›, o ‹los fusiles de Zapata no están dormidos, son aceitados y dirigidos hacia las tierras de Texas›, o ‹al oeste del Colorado River hay un sitio que amo›, todo esto le da al continente una verdadera tensión idiomática que eso es, desde luego, gloriosamente, Shakespeare en inglés y toda la tradición de la gran poesía, y en América Latina, Darío es el que renueva el idioma. Y el desgaste que estamos viviendo ahora en cuanto al idioma público tiene que ver, insisto, en el alejamiento de la poesía, que no está presente en la literatura, las grandes novelas siguen teniendo que ver con la poesía, pero que sí está presente en todo lo que tiene que ver con la formación universitaria.

Dame algunos rasgos de ese desgaste público, ¿en qué situación estamos?, siempre se habla del desgaste del idioma pero tú estás hablando de algo más que simplemente el desgaste normativo del idioma o el desgaste estilístico del idioma, ¿cuál es el desgaste más profundo?

-Por un lado hay una transición inevitable, y creo que será profunda, en relación al spanglish, yo encuentro muy bien que ya haya universidades norteamericanas donde haya cátedras dedicadas al spanglish, todo lo que en el día estamos usando, no solo términos de origen anglosajón, estamos usando expresiones tomadas del idioma norteamericano y está muy bien, es enriquecedor, lo que pasa es que la estructura sintáctica, que es otro problema, está tomándose ya, cuando oigo a un político, a un financiero, incluso a un eclesiástico hablar en la televisión tengo que, para saber lo que está diciendo, pensar cómo lo dirían en inglés, entonces mandarlo al inglés y traducirlo y enterarme así de lo que quieren decir, de lo que están diciendo, nadie se puede enterar, pero de lo que quieren decir, por ejemplo, la adjetivación, el adjetivo primero que el sustantivo, a veces funciona, a veces es desastroso y todo esto que está pasando, es una manera de quebrantar lo que había sido un proceso de riqueza idiomática al que vivifican también los términos de origen anglosajón, pero cuando ya toca la estructura sintáctica, entonces es otro problema, y a eso se añade el empobrecimiento del vocabulario y la desaparición de muchas expresiones porque se pierden los contextos, todo lo que era, en el habla latinoamericana del siglo XIX, las referencias a la revolución francesa, la mitología grecolatina, a todo lo que era la cultura de los siglos de oro español, se desaparece, simplemente, no hay manera de saber ya lo que uno dice si uno pretende expresarse como antes.

O sea, ¿vamos a una suerte de afasia en América?

-No, no necesariamente, mientras haya literatura y mientras haya la viveza de las comunidades, no, a lo que sí se va es a un momento difícil de transición idiomática, sobre lo que no se puede augurar nada. El hecho es que la frontera se extendió, en relación a Estados Unidos, todo México es frontera, ya no hay tal cosa como frontera norte, culturalmente, entonces, en lo que sí creo es que insistir en la poesía, insistir en la literatura, no es solo es una fórmula retórica de secretario de educación pública en un momento de angustia, cuando no tiene tema para su discurso, es una manera de ver lo muy obvio: sin el idioma y sin el uso en verdad creativo del idioma, las comunidades sí se resquebrajan muy notoriamente.

Tú hablaste de la poesía que se está perdiendo en el discurso oficial y en el discurso público

-No, que la poesía se esté perdiendo, el contacto con el idioma poético como la tierra más fértil de conocimiento del idioma.

Ahora, ¿eso también se podría decir que ocurre con lo que se ha llamado la cultura popular o la oralidad de América Latina?…

-Sí, en gran medida

… porque existe una poesía de elite y una poesía popular. ¿Qué ha pasado con la oralidad?, ¿qué ha pasado con el mundo oral en el último tiempo?

-Ahí, la influencia de la americanización ha sido muy devastadora, no me estoy refiriendo a los términos de origen anglosajón, insisto, ve una película como Amores perros, que es una muy buena película, los personajes hablan con un lenguaje… el habla es chilanga, de la Ciudad de México y usan siete u ocho vocablos hasta la exasperación, hasta el hartazgo, y están traduciendo, a su manera, el sentido lingüístico de una película como Pulp Fiction, todo el «fuck you» lo pasas a «chingada», pero no es tanto que surja de ellos la idea de usar «chingada», que es una palabra pintoresca, que alguna vez fue palabra nefanda y prohibida y que ahora es un pintoresquismo bastante desvaído, no es tanto que usen «chingada» para afirmar un idioma nacional o un coloquialismo que te decore con nopales y banderas y sombreros de charro, usan «chingada» para traducir el «fuck you» y para tener el ritmo vital de los personajes de los thrillers norteamericanos y entonces, eso que se da en una película como Y tu mamá también o Amores perros, se da también en el habla de las clases populares, que sin saberlo así como lo estoy diciendo, están insistiendo en lo que antes fue obsceno como una manera de darle un ritmo urbano -a lo norteamericano- a su habla.

Y al mismo tiempo, se ha hablado mucho en los últimos tiempos, paradójicamente, de la influencia de lo hispánico y lo hispanoamericano en Estados Unidos, es decir, es de ida y vuelta esta influencia

-Pero no es tan de ida y vuelta…

A ver

… porque, que diga Schwarzenegger «hasta la vista, baby», no me representa demasiado y lo que sí me representa demasiado es ver cómo se quiere usar el idioma español como si fuera el idioma inglés en materia de la contundencia, la agresividad y la creación de atmósferas verbales de opresión y liberación, al mismo tiempo, que no corresponden a un desarrollo lingüístico necesario pero que van a acabar correspondiendo porque el fenómeno es irresistible, inevitable y ahí está para quedarse.

¿Cuáles son las causas más profundas de esto que estás señalando tú, de este fenómeno?, ¿cuáles son las raíces de este mal que tú describes como…

-Yo no lo describo como mal, lo describo como un hecho que, por el momento, empobrece el idioma pero que terminará por crear otro muy fértil, es decir, nada de lo inevitable puede ser calificado como mal, tan a rajatabla. Para empezar, el hecho que la industria cultural norteamericana avasalle en el mundo entero, lo que yo describo de México, sin conocimiento previo puedo decir que también se da en Chile…

Sí, claro…

-Y se da Venezuela y se da en Argentina y se da en Perú…

… se da fuerte aquí

-Se da muy fuerte. El 92 por ciento de las películas que se exhiben en México son norteamericanas, y eso también en el mundo del video y del DVD. Para empezar, ahí ya estás adaptándote, quieras o no, no ya a la idea de un imperio, como podía pasar en los años 40 del siglo XX, sino, ya más radicalmente, a la idea de que solo si te comportas así, estás siendo moderno; solo te modernizas, si te adaptas a un esquema, tanto lingüístico como vital como gestual que viene de la industria norteamericana. El cable, por ejemplo, está, en muchos sentidos, rebasando a la televisión regular y esto también es inevitable y ahí, lo que sí no tiene sentido son los reclamos nacionalistas porque vuelven patético lo que debe ser analizado críticamente.

Ahora, esto que está ocurriendo con Estados Unidos, ¿no ocurrió, de alguna manera, en América Latina, fundamentalmente en relación a las elites, en relación a Francia, por ejemplo? En un cierto momento Francia fue, para una elite cultural intelectual, pienso en Chile muy fuertemente, lo que, un poco, Estados Unidos es hoy

-Sí, desde luego, pero ahí el proceso era distinto. En primer lugar, era imitar para asimilar, imitar para adquirir elegancia, para adquirir formas, para adquirir lenguaje literario, para adquirir maneras de comportarse que denotaran arraigo en la civilización. Aquí no es arraigo en la civilización, aquí es arraigo en la modernidad, que son atmósferas a veces brutales, siempre tecnológicas y siempre regida por la relación ávida entre el sexo y el dinero

O sea, tú tienes una visión negativa solamente

-No, descriptiva

Risas

-Una noción negativa sería si yo quisiera imponerle a esto prohibiciones, si me vistiera mentalmente de obispo y dijera, como hizo un obispo en México de romper televisiones… cómo va a desembocar en otro idioma porque, al mismo tiempo, las costumbres se han modificado positivamente, el prejuicio ha disminuido y se ha incrementado la tolerancia.

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José Saramago, habitante de la memoria │ El depredador 2010 / II
Germán contra Dehesa │ El depredador 2010 / IV
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