Aunque conocía el jazz desde niña, Marilyn Castillo se afianzó en este género musical en Xalapa, ciudad a la que llegó atraída por el Seminario y Festival Internacional Jazz Fest, que organizaba Javier Flores Mávil, y a la que volvió para participar en algunos festivales JazzUV y en varios proyectos como Tzolkin Jazz y Adderesound.
Actualmente reside en la ciudad de Nueva York y desde allá me hizo llegar su testimonio.

A mí me gusta más estar en la frontera

Mi nombre es Marilyn Tracy Castillo Pérez, yo nací en El Paso, Texas y fui criada en Ciudad Juárez, Chihuahua, hasta los 14 años. Mi mamá es de El Salto, Durango y mi papá es de Ciudad Juárez, Chihuahua, con orígenes en Tamaulipas.
Mi papá se llama Óscar David y es un músico reconocido en la frontera, incluso llegó a tocar con Juan Gabriel, es cantante y guitarrista de música popular. Lo que más escuchaba yo en mi casa eran las canciones que él tenía que sacar -que eran mis favoritas- de José José, Luis Miguel, Maná, Alejandro Sanz, Ricardo Montaner, Raphael, Camilo Sesto, todos los cantantes que fueron grandes en aquellos tiempos por sus voces y de grupos como Los Ángeles Negros. Crecí escuchando toda esa música.
Muchos miembros de la familia de mi papá crecieron con esa onda musical, algunos de ellos se dedicaron, igual que mi papá, a vivir de la música y viajaron a la Ciudad de México, que era donde se daban todas la oportunidades, entre ellos mi papá. Mi papá tocaba con grupos y después decidió hacer su carrera él solo.
Mi mamá es contadora, se llama Magali Pérez. En su familia había un rechazo hacia la música, le decían no te cases con él porque es músico, ¿qué futuro te va dar?, pero hemos vivido de la música y gracias a Dios nunca nos ha faltado nada, hasta yo me pagué mis estudios de la música y eso fue lo que estudié.
Cuando mi papá estaba en la Ciudad de México, ya trabajaba en Televisa y ya había grabado un disco, cuando regresó, conoció a mi mamá, decidió darle prioridad a tener una familia y se quedó en la frontera.

Pero la puerta no es la culpable

En mi casa escuchábamos pop, baladas, música «nice» pero afuera era otro mundo: Los Tigres del Norte, Ramón Ayala, Pepe Aguilar, el Buki, Ana Gabriel, Los Temerarios, Los Rieleros del Norte, Los Cadetes de Linares, todos esos grupos.
Cuando yo era niña, afuera de mi casa había una boutique de ropa y esas personas no sé cómo se les ocurría que iban a atraer clientes poniendo afuera, todos los días, unas bocinotas gigantes con ese tipo de música que a mí me caía mal porque la tenían desde la mañana hasta la tarde que cerraban la tienda y era insoportable. Eso fue por años, hasta que se inventó eso de las demandas por la contaminación auditiva (risas). Cuando mi papá nos quería torturar a mis hermanas y a mí, nos ponía esa música bien fuerte y yo lloraba del coraje porque se me hacía una música tonta.
Las polkas, la chunchaca y todo eso me caía súper mal pero poco a poco empecé a darme cuenta de que esa música tiene un contenido, que es bonita, que tiene su arte, que no es cualquier cosa, a veces uno no acepta algo y le hace el feo porque no lo conoce y resulta que son las meras raíces de uno y que uno no las aprecia y anda predicando cosas ajenas.

Sentirme bien

Yo empecé a cantar desde que tengo memoria, como desde los tres años ya cantaba en las fiestas y en las reuniones familiares, mi papá me acompañaba las canciones y yo hacía las armonías.
En las bohemias de la casa, mis tíos se ponían a cantar con mi papá cosas de Serrat, de Joaquín Sabina, de Camilo Sesto, de Juan Gabriel con Rocío Durcal y yo decía yo quiero cantar así. Desde siempre quise ser cantante, ése era mi sueño, seguir los pasos de mi papá.
Mi papá dirigía un coro en la iglesia de San Martín de Porres y yo cantaba ahí, era la única niña, los demás eran adultos.
Mi hermana mayor y yo nos poníamos a jugar a que teníamos nuestro grupo musical e íbamos a concursos de canto, mi sueño siempre había sido ir a los shows de Sábado Gigante. Hubo una ocasión en la que se organizó en Ciudad Juárez la Semana de la Salud e hicieron un concurso en el que había que hacer una canción o una poesía. Mi papá me ayudó a hacer una canción, me acuerdo que decía:
Sentirme bien
al contemplar
un nuevo día
amanecer.
Hablaba de que todo marchaba bien si tu salud estaba bien, mi canción ganó y me llevaron a Televisa Juárez a presentarla para todos los niños. A los productores del programa les gustó tanto que me querían llevar al DF pero mis papás no me dejaron y me dio mucho coraje, fue un enojo bien grande porque dije yo ya podría ser grande. Ahora les agradezco porque tal vez hubiera acabado toda operada y con mil hijos de quién sabe cuántos desconocidos (risas) como muchas, o habría terminado haciendo telenovelas fracasadas, así es que mejor no.
Mi abuelita, la mamá de mi papá, me regaló una grabadora, yo hacía canciones y las grababa. Mi hermana y yo jugábamos a que hacíamos programas de radio, cantábamos las canciones que nos gustaban y las grabábamos.
Tuve mi primera experiencia de grabar un casete profesional con un grupo de música sacra al que nos metió mi papá a mis hermanas, a mí y a una de mis primas. El coro lo dirigía el padre Machado, que en paz descanse. Él ponía mucho énfasis, de hecho fue la primera persona que le regaló una guitarra a mi papá y siguió siempre con esa labor de la música.
Siempre estaba en los coros de la escuela para cantar en los concursos del himno nacional. Alguna vez tuve algunas clases de teatro y eso también me ayudó mucho a desenvolverme en la infancia.

Yo soy quien soy y no me parezco a nadie

Somos tres hermanas, yo soy la de en medio. Mi hermana mayor se llama Magaly, tiene una voz muy bella pero le interesaba más la filosofía, las letras, la danza, otro tipo de artes. Cuando tú eres el hermano de en medio y te meten a la misma escuela en la que están tus hermanos mayores, siempre vives a la sombra de ellos, si el hermano mayor es escandaloso o travieso, te etiquetan igual que él. Mi hermana era la estudiante del 10 perfecto, tenía excelencia académica, siempre estaba en el cuadro de honor, era la más bonita y yo no me podía quedar atrás. Siempre vivía bajo esas comparaciones entonces yo quería ser yo misma porque me conocían como «la hermana de Magali».
Cuando entré a la secundaria, el primer día fui con la maestra de artísticas y le dije ¿sabe qué?, a mí me gusta cantar y quiero cantar. Me llevé un casete de Cristian Castro, empecé a cantar junto con la grabación y el subdirector de la escuela me escuchó, le gustó mucho y dijo sí tiene talento. Después me ponían cada lunes, en los honores a la bandera, a cantar frente a la escuela, también participé en los concursos de canto a nivel regional.

The Nearness of Jazz

Hay una sola estación de radio en la frontera en la que ponen jazz, es la KTEP, la estación de la universidad de El Paso, Texas, en la que estudié. Ahí tocan todo tipo de música: world music, música clásica, jazz, flamenco pero más que nada, lo que tocan es música clásica y jazz. Me acuerdo que mi papá ponía esa estación en la camioneta y decía fíjense en lo que están haciendo, están improvisando, todo lo que ellos sienten y lo que se les ocurre en el momento, es lo que están tocando. Y luego también me decía escucha cómo está cantando la muchacha, está imitando las inflexiones de los instrumentos y no necesita palabras, eso se llama scat singing. O me decía hay un trompetista que canta así (imita a Louis Armstrong), se llama Louis Armstrong, también me platicaba que alguna vez fue la orquesta de Glen Miller a tocar a Juárez. Eso fue cuando tenía como siete o nueve años, así fue como conocí el jazz.

Paso a Paso

Cuando salí de la secundaria, iba a entrar al Tec de Monterrey, lo que me entusiasmaba de entrar a la prepa Tec era que tienen un programa que se llama el Collage y ahí los estudiantes cantan, cada año hacen un show con un tema diferente: un homenaje la música de los 70 o cosas así. Yo quería formar parte del Collage pero se me hacía injusto que mis papás pagaran tanto de colegiatura nada más para cumplir mi capricho de estar ahí, por otra parte, yo no veía futuro en quedarme a estudiar en Ciudad Juárez siendo que podía estudiar gratis en Estados Unidos porque allá los estudios son gratis hasta la preparatoria.
Me dieron la beca para entrar al Tec de Monterrey, cuando yo les dije ¿saben qué?, no voy a entrar, me subieron la beca, no me querían perder (risas) pero decidí regresarme a El Paso, me fui a vivir con mi abuelita paterna. Cargaba un diccionario para todos lados y en las primeras clases en las que me inscribí fueron las clases de guitarra.
Mi papá siempre me insistía que yo estudiara guitarra con él pero a mí me daba pena porque no quería demostrarle mis debilidades, no quería quedar mal con él. Al final, aprendí con el programa de la prepa.
Desde los 14 años comencé a tocar la guitarra porque quería acompañarme, quería seguir los pasos de mi papá, dedicarme a la música.

From jazz to rock

En mi época rebele de la preparatoria, cuando estaba en el grupo de guitarra, me gustaba mucho tocar música rock pero llegó un punto en el que sentí que nada más tocar en la menor y en mi menor no era suficiente para expresarme, yo creo que eso le pasa mucho a los guitarristas, empiezan tocando rock pero en un momento sienten que ya no les llena o que ya tienen que buscar otras sonoridades, otras tonalidades, algo más profundo.
En la prepa nos ponían a tocar Feelds so Gold, La Chica de Ipanema, Satin Doll y como yo era la cantante del grupo de guitarras, me empecé a aprender las canciones pero sin ninguna referencia de cantantes.

Ejazz

Cuando terminé la prepa, entré a un community college antes de entrar a la universidad. Me metí a una clase de apreciación de jazz que se llamaba From Jazz to Rock, la daba un gran maestro y un gran amigo pianista que se llama Fernando Lechuga. Él nos contaba la historia y todo lo que pasó en la frontera en relación al jazz (después me enteré que conoció a mi papá y a varios de mi familia de los que se desenvuelven en la música). Yo era la única cantante en mi clase, los demás eran instrumentistas y Fernando me decía escúchate a fulana, escúchate a esta, entonces, la necesidad de no quedarme atrás en la clase me hizo irme a las tiendas a buscar discos de cantantes de jazz porque te dicen muchos nombres de instrumentistas pero a veces no conoces cantantes.
Me compré una colección de cinco discos que se llamaba Jazz Divas, en esa colección venían cantantes como Peggy Lee, Sarah Vaughan, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Etta James, Dinah Washington y para mí se abrió un mundo escuchando esas canciones porque era un repertorio que no me era familiar, un repertorio de canciones viejitas, unas graciosas, otras muy bonitas, otras muy llegadoras. Mi intérprete favorita de esos discos fue Sarah Vaughan, me caía mal que todo mundo mencionaba a Ella Fitzgerald, ahora me doy cuenta de que tenían razón en alabarla porque tuvo los pantalones de experimentar, de pararse con los grandes, con Louis Armstrong y todos los demás pero pocos hablaban de la maestría que tiene Sarah Vaughan, era pianista y tenía oído absoluto, es algo que mucha gente no sabe.

No estaba muerto, andaba de parranda

Por esa misma clase de jazz, empecé a conocer a otros amigos en Ciudad Juárez y en El Paso. Hubo una ocasión en la que yo me sentí muy decepcionada porque no conocía cantantes actuales de jazz que para mí tuvieran esa misma fuerza que tenían las cantantes antiguas, todavía existía My Space y me acuerdo que escribí: El jazz está muerto, y que se me ponen al brinco muchísimos amigos y entre ellos un saxofonista que se llama Juan Pablo Berumen, me dijo estás loca, claro que el jazz no está muerto, escúchate a esta, esta, esta otra.
Empecé a cantar un poquito de jazz «conceptual» con unos amigos que se llaman Yaco Ceniceros y Paco Torres, saxofonista y pianista respectivamente, y ellos me introdujeron a la onda del smooth jazz, era más tipo pop, algo digerible para la gente que no conoce, y para mí era como una iniciación, tocábamos cosas de Norah Jones, María Rita, Astrud Gilberto.
Cuando entré a la Universidad de Texas, conocí a una cantante de jazz de la que ya me había hablado mi maestro Fernando Lechuga, se llama Candice Reyes, es como de mi edad y por mucho tiempo fue una de mis súper mejores amigas. La fui a escuchar y en su grupo tocaban David Rodríguez en el bajo, él es de Cuba, y Abel Mireles, que toca el saxofón.
Abel tiene dos hermanos que también son músicos: Karlo, baterista que en la actualidad es el director del Festival de Jazz de Ciudad Juárez, y Álvaro, que toca el bajo. Los conocí y a través de ellos empecé a tocar un poquito más de esa música.

(CONTINÚA)

SEGUNDA PARTE: En el jazz, la vida es más sabrosa
TERCERA PARTE: La voz del corazón
VER TAMBIÉN: Conversación con Marilyn Castillo │ Avance

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