De todos los peces gordos que hay por ahí, nadando en el fango de la corrupción, Javier Duarte era el cachalote más grande y apetecible para el gobierno federal. Ni Tomás Yarrington, preso en un penal italiano, ni los demás bandidos que siguen prófugos al amparo de la impunidad tienen el peso mediático y político de Javier Duarte.

¿Por qué?

Porque si sus pares robaron a manos llenas, Duarte lo hizo hasta el pecado.

Ningún gobernador en la historia de este país metió tanto las manos a las arcas del erario como Javier Duarte. De hecho, ninguno de los ex gobernadores prófugos ni el encarcelado Yarrington, robaron en conjunto lo que robó este truhan detenido el sábado anterior en Guatemala.

Pero si lo que desean el PRI y el gobierno federal es salir más o menos bien librados en las elecciones del próximo 4 de junio, deberán pugnar porque se le incaute al gordo todo lo que se robó y pague con cárcel la pesadilla social, moral, financiera, económica y política que heredó a los veracruzanos.

Aparte de deleznable, será contraproducente para el partido y para el gobierno de Enrique Peña Nieto si, como se asegura, a Duarte se le juzga sólo por delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita, que son considerados delitos no graves y por los que podría salir bajo fianza.

Sólo con lo que le robó al Sector Salud es para que le echen 40 años de prisión.

Sería una injusticia y una burla a toda la sociedad mexicana si tras el escándalo mediático que ocasionó su aprehensión, obtiene su libertad bajo caución una vez que pise el suelo patrio.

Duarte es la carta fuerte que tiene el PRI para las próximas elecciones y las del 2018 donde el tricolor se juega no sólo su permanencia en el poder, sino además la libertad y tranquilidad de varios de sus miembros principiando por el mismo Enrique Peña.

Si el presidente sigue pecando de indeciso y muestra tibieza con el ladrón más grande en la historia de este país, que no se extrañe si en enero del 2019 tiene que salir de estampida hacia donde sea tal y como lo hizo el ex gobernador.

De acuerdo con la Ley, hasta el criminal más sanguinario tiene derecho a un juicio justo. Y en el caso de Javier Duarte es lo que desea todo mundo. Porque un juicio justo lo dejará en la cárcel el resto de sus días.

La duda

El subprocurador jurídico y de Asuntos Internacionales de la Procuraduría General de la República, Alberto Elías Beltrán, dijo en entrevista con Carlos Loret de Mola: “Ya tenemos a Javier Duarte, ahora vamos por lo que se llevó”.

El funcionario indicó que buscarán devolver a la entidad veracruzana más de 420 millones de pesos que el ex gobernador sustrajo.

Digo, aquí debe haber un error. Nomás las casas que compró en Estados Unidos superan esa cantidad.

Si Javier Duarte estuviera acusado sólo del robo de 420 millones de pesos, tiene rato que los hubiera devuelto muerto de la risa.

¿Y las 112 cuentas que tiene congeladas? ¿Y lo que robó al IPE, a la Secretaría de Salud y a casi todas las dependencias estatales?

Lo dicho, lector, al escuchar declaraciones como ésta es donde entra la duda respecto a la justicia mexicana.

Chivo Expiatorio

Para Andrés Manuel López Obrador, Javier Duarte es un chivo expiatorio. Es decir, un pobre infeliz sin culpa alguna al que otros sujetos, evidentemente sin escrúpulos, están acusando de todos los males que padece Veracruz.

Desde la perspectiva del Peje, Javier Duarte no robó, no desfalcó, no violentó la Ley. Porque eso sería ser un chivo expiatorio.

Ay Dios, y pensar que este sujeto va arriba en las encuestas por la Presidencia de la República.

bernardogup@nullhotmail.com