Nacho Quinto es bajista casi por azar, en la infancia tocó flauta y mandolina, como tantos, en la adolescencia fue cautivado por la guitarra y quería entablar un romance con ella pero la sobrepoblación de guitarristas y la escasez de bajistas lo condujo al instrumento que habría de apoderarse de su corazón.
Como comenté la semana pasada, entre el rock, la trova y el son cubano fue formándose un músico que en esencia es, me parece, jazzista, aunque también es devoto de nuestra música tradicional, el son cubano.
Entre Disney, Cri-Cri y el piano de un jardín de niños fue un músico que, aunque joven, ya forma parte del inventario del jazz xalapeño.

Radio Days

Nací el 17 febrero de 1978 aquí en Xalapa, mi mamá fue madre soltera, mi hermano mayor se llama Erick Renán. Siendo mi mamá educadora, había un ambiente educativo en mi casa muy rico. Trabajaba en un kínder que estaba a la vuelta de la casa, vivíamos en la calle Jiménez y ella trabajaba en el jardín de niños Esperanza Osorio. En ese tiempo no había videocasetes pero en la casa teníamos los discos de las películas de Walt Disney, me acuerdo que los discos venían de colores. También teníamos toda la colección de cuentos y canciones de Cri-Cri. A mi mamá le gustaba escuchar a Toña la Negra, la Sonora Matancera y el rock de los 60. En esos tiempos había la fortuna de que en el sistema educativo estaban los Cantos y Juegos y no había kínder en el centro de Xalapa que no tuviera un piano, en el Esperanza Osorio daba clases una maestra, que en paz descanse, que se llamaba Chavelita Contreras. Ella nos dejaba, a mi hermano y a mí, cuando estaban las juntas de los maestros, estar en el salón donde estaba el piano y le picábamos y jugábamos pero nosotros éramos niños, estábamos jugando. Realmente, creo que ahí fue mi primer acercamiento con la música.
En mi casa siempre nos hemos parado muy temprano y mi mamá lo primero que hacía era poner el radio. En un principio nos ponía la Legión Infantil de Madrugadores antes de ir a la escuela hasta que un día dijo ya estoy harta de que en esta emisora siempre ponen lo mismo y se cambió a Radio Universidad, Carlos Romano empezaba con su programa La Revista. En Radio Universidad ponían música muy bonita: música mexicana, música clásica, a veces ponían rock, ahí escuché jazz por primera vez. De alguna forma me estaba nutriendo, no sabía qué música era porque nadie me lo decía pero ahí estaba.
En mi familia no hay músicos pero hay gente que se dedica a la danza, mi tía Adriana Quinto es bailarina, mi tía Edith Caraza Quinto daba clases de danza y también le gustaba pintar y hacer esculturas, como yo pasaba muchas tardes en su casa con mi primo, siempre veía obras de arte.

Porque tocando se alegran, cielito lindo, los corazones

Yo siempre quise tocar un instrumento así que en cuarto año de primaria entré con una maestra que se llama Ema Rosa, en la Carlos A. Carrillo, ella daba clases de música y me enseñó a tocar la flauta.
Cuando era niño me enfermaba mucho de gripa por los cambios de clima de Xalapa y la humedad, yo creo que ya no me da gripa porque ya me dieron todas las variantes de gripa que me iban a dar en la vida (risas). Una vez me enfermé y no pude ir a la escuela en varios días y no anoté la música que puso la maestra, que era la parte del coro del Cielito Lindo, cuando regresé la saqué de oído y mi tío Juan, que vivía con nosotros, le dijo a mi mamá que yo tenía mucho talento para la música, que me apoyara para que empezara desde pequeño en la música.

Caminito de la escuela / apurándose a tocar…

En ese momento mi mamá fue a ver al maestro Antolín Guzmán Salazar. Muchos músicos de Xalapa se formaron gracias a la labor que hizo el maestro Antolín en su Orquesta Típica que era parte de la Escuela Normal Veracruzana. Con él entrabas a flauta y después cambiabas de instrumento, cuando me tocó cambiar opté por la mandolina (todavía tengo mi mandolina, es una Tarantela Tres Pinos muy bonita. El maestro nos ensañaba melodías para cada instrumento pero para mí era aburrido tocar una sola melodía, ya me sabía como seis en la flauta y fue muy fácil para mí pasarlas a la mandolina.
Me gustaba mucho tocar la mandolina, me acuerdo que me salía a la puerta de la casa, me ponía a tocar y me pasaba ahí toda la tarde mientras los demás niños jugaban fútbol.
En ese momento estábamos viviendo en la Unidad del Bosque y estaba llena de estudiantes de medicina. Teníamos un vecino que vivía enfrente de la casa, se llamaba Lalo, no sé el apellido, él estudiaba medicina pero tocaba la guitarra y cuando yo me ponía a tocar la mandolina, bajaba con su guitarra, nos poníamos a tocar juntos y me enseñaba y me mostraba otras formas y otras cosas porque también tocaba, y bastante bien, la mandolina. Fue una etapa bien bonita porque se dio de forma natural
En esa etapa mi mamá, que al ser madre soltera estaba llena de miedos, se preocupó porque me empecé a volver un poco retraído (creo que es un proceso natural que le sucede a la mayoría de los músicos) y me mandó con el psicólogo y él le dijo que no tenía nada malo, que solamente era un niño sensible.

Vamos a tocar, yo In-Vitro

Seguí tocando la mandolina hasta la secundaria cuando, ya sabes, la guitarra aparece en la vida de todo adolescente y dije yo quiero tocar guitarra. Conseguimos una guitarra, que también todavía está en la casa, y empecé a tocarla yo solito, ya fue mucho más fácil.
Como te comenté, en mi familia no había músicos pero había otras manifestaciones que también me gustaban, cuando entré a la prepa, muchos de mis tiempos libres fueron pintando, llegó a gustarme al grado de que hasta pensé estudiar artes plásticas pero ya quería tocar en una banda. Como había muchos guitarristas pero no había bajistas, me compré un bajo y empecé a tocarlo de forma autodidacta.
La primera línea de bajo que me aprendí, y que saqué de oído, fue una de un heavymetalero que se llama Ozzy Osbourne, la canción se llama Perry Mason, tenía una línea de bajo bastante buena, me gustó mucho y recuerdo mucho estar en la sala de mi casa sacándola.
Tengo un primo menor que yo que también es músico, se llama Rogelio Gordillo, nos juntamos e hicimos un grupo que se llamaba In Vitro. Tocábamos música original porque teníamos la idea y la convicción de que teníamos que expresarnos nosotros y, además, ya había demasiadas bandas de rock cover.
El primer bajo que compré estaba todo chueco, tenía el brazo vencido entonces estaba durísimo pero me aferré mucho, nunca me habían salido tantas ampollas como en esa época. Empezamos a hacer nuestro grupo de rock, algunas veces tocaba algunas líneas de Steve Harris, de Iron Maiden, que también es un bajista de rock fuerte pero no nada más tocaba eso, había escuchado tanta música que tarde o temprano esa música salió. Tocamos un tiempo y logramos grabar un demo.

En la búsqueda

Un día alguien me puso el primer disco de Orbis Tertius y me dejó muy volado, la verdad, es muy buen disco y me gustaba mucho escucharlo. De pronto, el heavy metal me dejó de atrapar y dije quiero aprender a tocar jazz, empecé a ir al Tierra Luna donde tocaba Édgar Dorantes con Adolfo Álvarez y Benjamín Willis.

Lucio Sánchez, Nacho Quinto y Ángel Luis Guerrero (Foto tomada de la cuenta de Facebook de Nacho Quinto)

Quería entrar a la Facultad de Música pero siempre que iba había unos directores que en vez de decirte sí, vente a estudiar música, te decían no, es muy difícil entrar. Siempre te ponían trabas, en vez de facilitar que entraras, te desanimaban, eran muy sectarios. Afortunadamente esas personas ya no están ahí, digo afortunadamente porque creo que hubo mucha gente que no pudo entrar a esa facultad porque hubo una cuestión que casi parecía racial.
Como no pude entrar a la Facultad, entré a la escuela de música de la SEP y ahí me empezó a dar clases Juanito Galván. Se portó muy buena onda, me prestaba el contrabajo para que estudiara en su casa y me pasaba discos de muchas cosas.

Me enteré de que Lucio Sánchez daba clases y dije necesito contactarlo, yo ya conocía a Édgar Dorantes y una vez que fui a Tierra Luna lo vi y me pasó el teléfono. La verdad es que Édgar Dorantes ha sido como una pieza fundamental para mí porque me ha facilitado todas las formas de aprender. Cuando me pasó el teléfono, le marqué a Lucio, me contestó y me dijo sí, si puedes tomar clases conmigo. Fui a su casa y cuando terminamos le dije ¿cuánto es? y él me dijo nada. Fui y le conté a mi mamá y alarmada me dijo ¿qué te va a pedir a cambio? Le platiqué a Lucio y me dijo que no era la primera que le pasaba (risas), que mucha gente le decía ¿por qué? Lo hacía porque le gustaba y hasta la fecha le gusta mucho estar entre jóvenes, creo que es algo que le caracteriza y por eso él siempre se ve joven. En la casa de Lucio conocí a un gran amigo que se llama Tello Castillo y a Óscar Terán, que recién llegaba a Xalapa. En ese momento, yo estaba estudiando psicología.

(CONTINÚA)

SEGUNDA PARTE: Una luz cegadora
TERCERA PARTE: No hay Quinto malo

Ver también: Primera jazzeada, primera │ Nacho Quinto / Avance


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