Se lee catastrófico que sólo el 17% de los mexicanos esté de acuerdo con el trabajo que hasta hoy ha realizado el Presidente Enrique Peña Nieto.

Hace unos días, Roy Campos dio a conocer un estudio realizado por Consulta Mitofsky, sobre la aprobación del gobierno federal después de 17 trimestres. En el mes de mayo del 2013 contaba con el 57% de aprobación, su más alto porcentaje.

La aprobación al trabajo del presidente siguió bajando e incluso se dio la peor caída en un trimestre, la cual se debió al incremento a la gasolina en enero, entendible después de que él había informado que no subiría el precio del hidrocarburo, incluso algunos periodistas citaron tweets donde había publicado dicha promesa, y es que hoy al usar esas plataformas todo queda grabado, se ha convertido en una especie de currículum digital de pensamientos o declaraciones, (aunque logra una recuperación en febrero después de su postura ante los anuncios de Donald Trump).

Estos acontecimientos de enero generaron que por primera vez, desde que se estudia esta variable, sea el principal problema que los ciudadanos perciben o temen, el primer punto se concentra en la inflación, desplazando los temas de inseguridad y crisis general.

Al llegar a su trimestre 17, el actual presidente es de nuevo el que tiene la peor evaluación, muy lejos de los anteriores cuatro, entre los que Salinas aparece con la mejor. A EPN le opera algo en contra que a los anteriores no: vive en una era digital donde hasta las opiniones en redes sociales son la nota de los medios tradicionales, circunstancias que no vivieron los anteriores.

A pesar de ello, Enrique Peña ha seguido con decisiones firmes sin dar marcha atrás, esté bien o mal, cosa que los anteriores no hacían por temor al castigo o desánimo popular. Peña Nieto ha intentado comunicar a los ciudadanos las razones de sus decisiones, a pesar de las críticas.

Sería bueno pensar en cómo hubieran actuado los anteriores con algunas herramientas que usan hoy los ciudadanos para informarse y opinar sobre la situación del país. Dentro de este lamentable porcentaje de aprobación, hay que reconocer que el presidente de México no se ha retractado y caído en la presión social.

Las cosas buenas casi no se cuentan, pero cuentan mucho. Gobernar a más de 119 millones de mexicanos y tenerlos contentos, es un reto imposible de cumplir, pero sostenerte en la silla y no rajarte, no tiene precio.