En Veracruz, todos los partidos políticos están perdiendo la cabeza. Las elecciones municipales han puesto en serios predicamentos las declaraciones de principios, los supuestos códigos de ética, las diversas acepciones de democracia y, aunque esto ya lleva tiempo, han extraviado el significado de izquierda y de derecha. Absolutamente todos han hecho dinamitar sus propios principios con tal de lograr candidaturas supuestamente competitivas o de obtener recursos de aspirantes deseosos de poner en juego su fama en las boletas electorales.

La alianza PAN-PRD, que busca aprovechar la dinámica del reciente triunfo para Gobernador, ha debido someterse al más puro pragmatismo y, aunque en algunos sitios ha debido echar atrás en sus vergonzosas postulaciones (como la del excontralor duartista Ricardo García Guzmán, que ya iba como candidato por Pánuco, y que debió echar abajo la dirigencia nacional del PAN), lo cierto es que muchas postulaciones tendrán que responder en las urnas a las expectativas sobre el supuesto respaldo de las masas electoreras, luego de las broncas severas que debieron pasar para su entronización como candidatos, como el caso de David Velasco Chedraui, candidato a la alcaldía de Xalapa.

El Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha tratado de pasar por una menos brusca postulación de candidatos mediante un mecanismo totalmente antidemocrático, la imposición desde el comité estatal y el visto bueno de una comisión nacional, con lo que se ha pasado por el arco del triunfo la supuesta democracia que postulan y, por supuesto, han tratado de menospreciar la fuerte repulsa de ciertos sectores de su irritada militancia aduciendo que las protestas son orquestadas por su enemigo veracruzano, el coco azul, Miguel Ángel Yunes Linares, al que siempre le pasan la factura para ocultar su desvergüenza.

El Partido Revolucionario Institucional pasa por serias dificultades y penurias políticas. Se prevé que no solo baje al tercer lugar en el número de triunfos electorales sino que vaya más abajo, porque buscan postular a personajes identificados con los tres últimos gobiernos priistas (alemanistas, fidelistas y duartistas) cuyas gestiones permitieron la derrota tricolor en junio del año pasado. El antaño partido aplanadora ha sufrido negativas escandalosas de personajes tránsfugas de otros partidos que no han querido apostar su escaso prestigio enarbolando la bandera de un partido que este y el próximo año caerá estrepitosamente en el firmamento político del país.

Esas son las opciones más poderosas que se pelearán, solos o en alianza, la mayor parte del botín que significan 212 gobiernos municipales, y es posible que vuelva el fantasma de los tercios como ocurrió en la elección para Gobernador, donde –sin considerar partidos aliados, que poco aportaron–, tanto el PAN como el PRI y Morena se llevaron tres tajadas parecidas, dejando a los demás simples migajas. La posibilidad de triunfo de los principales partidos ha hecho que en su interior se aviven las brasas de la insurgencia.

Pero hay otros partidos, los pequeños, esos que sacaron malas notas en los pasados comicios, que podrían hacer renacer sus momios con la postulación de candidatos de excelente factura, ninguneados por los demás partidos, como seguramente ocurrirá en el caso de Xalapa, donde las opciones no se agotarán con David Velasco Chedraui (PAN-PRD), Alejandro Montano Guzmán (PRI y demás aliados) e Hipólito Rodríguez Herrero (Morena), beneficiados por designaciones cupulares, sino que podrían sumarse aquellos que han sido despreciados porque solo fueron invitados para hacerle el caldo gordo a los partidos en sus procesos antidemocráticos de selección, como ocurrió por ejemplo en el caso del PRD, al que le correspondió definir al candidato de la alianza PAN-PRD.

Pero este fenómeno será generalizado en toda la entidad y podrá poner en evidencia la falibilidad de los procesos selectivos amañados. Por eso, los partidos pequeños esperan hasta el último momento para definir sus candidaturas, a la espera de que terminen los procesos en los partidos fuertes y poder convencer a quienes han sido marginados, pese a que son fuertes, y con ello aparecer en las boletas con candidatos más competitivos e, incluso, con el sello de la victoria.

En Morena, una rebelión inocultable

El partido de Andrés Manuel López Obrador ha estado enfrentando duros cuestionamientos de sectores internos, inconformes con las decisiones autoritarias que, de tajo, permitieron definir todas las planillas municipales en la entidad.

Y es que frente a la manera en que Rocío Nahle, Cuitláhuac García y Manuel Huerta salvaron el trámite imponiendo a los candidatos que ellos consideraron los mejores, sin importar otros criterios o mecanismos, la selección del PRD en Xalapa, donde se enfrentaron al final David Velasco Chedraui y Ana Miriam Ferráez Centeno (Nicanor Moreira Ruiz vio la farsa mucho antes) pareció una elección casi europea, pese a que la inconformidad se tradujo en actos vandálicos y enfrentamientos violentos.

Por los municipios veracruzanos que ha recorrido, López Obrador (quien realiza una campaña electoral intensa y permanente a favor suyo rumbo a la elección presidencial, y de su partido, para la elección municipal de junio) ha recibido cuestionamientos severos de grupos de militantes inconformes por la imposición de los candidatos. Tanto él como sus voceros en la localidad han tratado infructuosamente de involucrar al gobierno de Yunes Linares en la activación y movilización de quienes cuestionan la forma en que fueron ‘seleccionados’ los candidatos, y hay serios señalamientos contra Manuel Huerta Ladrón de Guevara, Rocío Nahle y Cuitláhuac, a quienes se identifica como los nuevos padres y madres putativos del morenismo veracruzano.

López Obrador, hay que reconocerle, nunca ha prometido democracia para el país; no cree en ella, y menos, a unos meses de que se lance oficialmente como candidato presidencial con enormes posibilidades de triunfo. Lo cierto es que, entre supuestas encuestas y tómbolas para definición de candidatos, solo le falta anunciar que utilizará pitonisas, brujos y cabalistas para realizar la tarea definitiva previa a las campañas electorales.

El esquema represivo se ha puesto en marcha. No solo se descalifica a los opositores como gente enviada por Yunes Linares (y otros demonios catalogados en el bestiario personal de AMLO), sino se amenaza con la expulsión a quienes se suman críticamente a las imposiciones, como el caso del diputado local Nicolás de la Cruz de la Cruz, a quien ya se le anunció que se le aplicaría el mecanismo de expulsión tanto del partido como de la bancada de Morena en el Congreso local por haber hecho pública su inconformidad por la manera en que su partido eligió a sus candidatos a presidentes municipales, síndicos y regidores.

Entrevistado por La Jornada Veracruz, De la Cruz explicó la razón de la amenaza: “Existe molestia por las declaraciones que hice el 15 de febrero en donde fui el portavoz del malestar por la forma en la que se eligieron a los candidatos; no obstante, voy a seguir exigiendo que Morena debe respetar las expresiones que hay dentro del partido”.

El proceso para su posible expulsión le fue comunicada por el coordinador de su bancada, el sureño Amado Cruz Malpica. No es la primera vez que se señalan amenazas públicamente; hace unas semanas, los mismos diputados morenistas en el Congreso local fueron advertidos por su dirigente, el cuestionado Manuel Huerta Ladrón, de que serían expulsados en caso de que dieran su voto a la iniciativa de reestructuración presentada por el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares.

Hasta el momento, Morena ha tenido una excelente cosecha de votos y de puestos de elección popular. Este 4 de junio, sin embargo, veremos si la confianza ciega expresada por sus seguidores en anteriores comicios (para gobernador, diputados locales y diputados federales) se manifestará en el caso de puestos administrativos y no solo de representación como en el caso de los legisladores.

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