En efecto, como cada año, las voces de millones de mujeres en México tuvieron como respuesta el estruendoso silencio de la autoridad. Aprovechando la conmemoración –que no celebración- del Día Internacional de la Mujer, unos y otros mostraron su hipocresía política y su elocuente ignorancia, cuando siguen suponiendo que la lucha de la mujeres es por la igualdad y no por la equidad. El título de esta columna se refiere a ellos.

No se trata –tampoco se pretende hacerlo en este espacio- de expresar una solidaridad de género oportunista y superficial. Detrás de las líneas pronunciadas ayer en cientos de espacios públicos, se esconden una recalcitrante misoginia y una omisión cómplice de la difícil realidad que viven las mujeres en México, en prácticamente todas las áreas y sectores sociales.

Hay quien aún se anima a utilizar el absurdo argumento de que entiende a las mujeres “porque provienen de una y tienen a otra, que como pareja les ha dado a sus hijos como el valor más importante de sus vidas”. No sólo suena grotesco, sino que demuestra que la barbarie sigue ahí, oculta tras la sonrisa de los victimarios.

Y una manera de abonar al desarrollo de la mujer en México es hacer evidente lo que las hace diferentes: la violencia de género –desde acoso, el derecho a la salud, hasta los feminicidios-, la inequidad laboral –principalmente en ingresos y responsabilidades-, o la representación política –las áreas de gobierno y administración pública siguen siendo terreno vedado para la mujer en su conjunto-.

La diferencia no consiste en su condición de mujer, sino en que tienen que enfrentar circunstancias que los hombres no, porque en muchos casos lo asumen como un derecho natural. La equidad no es una concesión, tampoco debe ser un triunfo de un feminismo mal entendido. Debe ser lo que fortalezca a una sociedad, reconociendo la diversidad. Las mujeres no quieren ser iguales a los hombres.

Nadie atina a resolver que son minoría en el gobierno –lo mismo en el estatal, en los Ayuntamientos, que en el Poder Judicial, el Congreso o los organismos autónomos-; o que su ingreso económico es inferior al de los hombres, cuando en la actualidad ya son mayoría como cabezas de familia.

De esta forma, los elocuentes discursos no son más que material para el bote de basura cuando en Veracruz, por ejemplo, no se castigan más del 60 por ciento de los feminicidios; o que el 48 por ciento de las mujeres veracruzanas padece algún tipo de violencia que se ejerce en todo lugar y en todo momento, lo mismo en los hogares, los centros de trabajo o en la vía pública.

A la luz de los resultados, no les falta razón a los colectivos cuando acusan que la Alerta de Violencia de Género es una mera simulación de la autoridad, porque las cifras siguen escalando y contribuyendo al clima de impunidad que sacude a nuestra sociedad. Según dijeron ayer las “Mujeres en Marcha” cada dos días asesinan una mujer en Veracruz.

A reserva de ser linchado por populistas y “luchadoras incansables de los derechos de la mujer”, debo decir que poco hemos logrado en cambiar y mejorar las cosas en su favor.

Lo que muy pocos dijeron ayer es que el analfabetismo entre mujeres indígenas es de 35.1%; que uno de cada 6 embarazos en México se da en mujeres adolescentes entre los 10 y los 19 años; que entre 1990 y 2013 fallecieron en México 29 mil 869 mujeres durante el embarazo o el parto.

Tampoco se escuchó una solución jurídica para reconocer el trabajo doméstico no remunerado, el cual representa más del 20% del PIB nacional; el 79.5% de esa riqueza la producen mujeres. En contexto, esta cifra es mayor al porcentaje de la industria manufacturera (16.5%) y el sector comercio (14.2%). El mea culpa de poco sirve cuando las mujeres ganan un 30.5% menos que los varones en ocupaciones industriales, 16.7% menos como comerciantes y 15.3% menos como profesionales.

Y no sana el espíritu de ellas, si el 46.1% de las mujeres de 15 años y más ha sufrido algún incidente de violencia por parte de su pareja. Es una brutalidad que el 5.1 % de mexicanos encuestados acepta la frase “Está justificado que un hombre agreda a su novia cuando ella decide dejarle.” ¿Alguien ofreció una solución o castigo al problema de que el 48.1% de las mujeres que fallecieron durante el embarazo estaban inscritas al Seguro Popular y fueron mal atendidas por los servicios públicos?

Mientras se quiera resolver estos problemas a punta de mensajes cargados de hipocresía, ausentes de políticas públicas eficaces, las mujeres mexicanas seguirán lanzando gritos en el desierto. Si eso no lo entendemos, no lo vamos a poder resolver.

Las del estribo…

  1. Fepade gira orden de aprehensión contra Javier Duarte. ¿De verdad alguien cree que todo lo hizo él solo? ¿Tenía tiempo para imaginar y ejecutar tanta travesura? ¿Dónde están sus mapaches y operadores electorales? En efecto, disfrutando de su riqueza.
  1. Se dijo hasta el cansancio que no habría reestructuración de la deuda si no se consideraba el pago a los alcaldes. Que no era posible, decían. Es lo malo de poner a truncos estudiantes de Derecho a hacer prácticas profesionales en la Junta de Coordinación Política del Congreso.