Hasta el cinco de junio pasado, Fidel Herrera había vivido un exilio dorado en Barcelona. Nadie le molestaba y todos le consultaban. Representaba al Estado mexicano en un país europeo estratégico, y con ello, lanzaba un mensaje implícito de que el Presidente no tenía pendientes con él, ni con su administración. Pero en política, exilio y destierro no son sinónimos.

Era un ex gobernador en la plenitud del “pinche poder” sin tener que asumir la responsabilidad del apocalipsis político que orquestó su heredero. Desde España hablaba a diario con sus discípulos, infiltraba y mandaba en partidos políticos distintos al suyo, operaba negocios, proponía nombramientos, sugería a periodistas afines. Se daba el lujo de venir a votar a las Ánimas, regalaba dinero, hacia promesas, y era capaz de hablar de la “alternancia”, pensando en alguien distinto a Héctor y a Miguel Ángel.

Pero ganó Miguel Ángel Yunes y a Fidel Herrera, el poder y la influencia local se le convirtieron en una gran calabaza. El exilio dorado se convirtió en un destierro infernal que ayer alcanzó su último episodio con el anuncio de su renuncia.

Desde ayer, han corrido toda clase de versiones sobre su salida. Que si fue una decisión suya o un cese fulminante ante el escándalo de los medicamentos clonados. Que si lo hizo con el propósito de seguir los pasos de Duarte y emprender graciosa huída por oscuros senderos del planeta o porque tiene la encomienda de regresar a la aldea y enfrentar al gobernador Miguel Ángel Yunes, no para defenderse de sus acusaciones sino para lo que sigue, el 2018.

Pero la política no es una ciencia exacta. Y el camino más corto no siempre es la línea recta. Las razones pueden cobijarse en una de las dos hipótesis… o en ambas. Hagan sus apuestas, total, la especulación, el chisme, la prospectiva volovanera y el periodismo ficción se nos da muy bien. A partir de hoy, navegaremos entre el Fidel redentor que nunca debió irse, y el abominable animal político que no suelta a Veracruz como presa.

Volvamos a los hechos. El Presidente ordenó la remoción, sin duda, pero seguramente no alcanza a comprender los escenarios personalísimos que se han creado en la cabeza y el interés de Fidel Herrera. El ex gobernador no representa a nadie más que a sí mismo.

Y que nadie olvide que Fidel sigue siendo Fidel. No está enfermo –como él mismo que querido que se piense- ni manco. Preparó su salida como acostumbra: haciendo una lectura precisa de tiempos y circunstancias. Lo hizo un domingo, el mismo domingo en que el Estado de México estaría decidiendo a su candidato al gobierno del estado de México y en la víspera de que en Veracruz se designe al nuevo presidente del PRI, asunto en el que se había ocupado las últimas semanas.

“Renuncié no sólo para defenderme, también haré política interna” habría declarado a El Universal, en una bien calculada entrevista. No perdió detalle ni dejó cabo suelto. Lo hizo por la mañana y por teléfono –hombre, un archivo de Word por correo electrónico hubiera sido más fácil-; tuvo la precaución de dar detalles, fechas, circunstancias, que muestran que ha estado trabajando afanosamente en las últimas horas preparando su regreso.

Si en octubre de 2015 su polémico nombramiento había sido un bálsamo –a pesar de las críticas de medios nacionales, la oposición de grupos y partidos políticos, y las reservas del gobierno catalán-, a estas fechas resultaba un verdadero calvario. Fidel había sido expuesto sólo a través de Duarte, pero el escándalo de los medicamentos clonados y la investigación sobre la deuda pública durante su administración, lo mandaron contra las cuerdas y lo obligaron a salir del ostracismo público. En privado nunca descansó.

¿Qué nos quiso decir Fidel Herrera? Lo primero que hace, es deslindarse de las acusaciones sobre la venta de medicamentos clonados. “Son falsas, inaceptable, abominables y algo monstruoso”, habría acusado, para repetir una vez más que ha sido la víctima favorita de Yunes Linares en los últimos 30 años. De lo que se han dicho y acusado entre ellos, no hay que perder el tiempo. Todos lo saben.

Dice que tiene documentos cada uno de los 450 expedientes médicos de los niños atendidos en el CECAN, y que por tanto, es una estrategia político electoral por la elección de alcaldes. Al hablar que viene a hacer “política interna”, es evidente que se refiere a Veracruz y que trae el mismo arsenal informativo y declarativo que sus adversarios.

De su gobierno también dice que no tiene arrepentimientos ni culpas; de Javier Duarte no tiene responsabilidad alguna, sobre todo por alguien de quien apenas y ha escuchado hablar (nota de la redacción). Viene a defenderse y a atacar. Esto apenas empieza y no pinta bien, sobre todo porque los zombis de la fidelidad han empezado a salir de sus tumbas.

La del estribo…

Era la primavera de 2016. “Como quieren que Javier los ayude. Se han dicho cosas terribles de él y nadie ha salido a defenderlo de Miguel Ángel. Lo han dejado solo”, decía el interlocutor. La respuesta fue casi profética: “Si perdemos la elección, nosotros nos iremos a nuestras casas, pero seguramente muchos de ustedes podrían terminar en la cárcel”. Lo entendieron muy tarde y por eso Fidel está de regreso.