Si usted, propositiva lectora, o usted, permisivo lector, es de las personas que piensan que con Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos a los mexicanos nos va a ir muy mal, debo decirles que están equivocados.

Y yerran porque lo cierto es que una vez que el güero empresario llegue a vivir a la Casa Blanca -¡dentro de ocho días!- no nos va a ir muy mal … ¡nos va a ir pésimo, de la patada, horrible!

Los analistas serios y los especialistas en el tema de las relaciones históricas de nuestro país con el coloso del norte ven venir problemas graves que surgirán del particular punto de vista del desaforado personaje que logró desbancar a Hillary Clinton en la pasada elección. Y junto con ello advierten una interminable serie de conflictos ocasionados por la personalidad del neoyorquino, que tiene todas las trazas de que será un verdadero chivo en cristalería una vez que asuma el cargo que lo hará el hombre más poderoso del orbe.

Bueno, mal le irá a todo el mundo, porque desde la primera conferencia de prensa que ofreció ya como Presidente inminente, Donald se fue contra todo el mundo: contra los rusos, contra los chinos, contra los europeos, contra cualquiera que atente -según él- contra la hegemonía mundial que -también según él- deben mantener los norteamericanos, que se asumían y ahora lo volverán a ser como los garantes de la libertad y la democracia de todo el planeta.

Unos garantes que nos han salido muy caros a los seres humanos de todos los ámbitos, porque cobran altísimas cuotas por su vigilancia que nadie les ha pedido.

Pero a los mexicanos nos debe preocupar mucho lo que va a empezar a pasar a partir del viernes 20 de enero, porque se ve que Trump trae prisa por empezar a armar su borlote y dentro de éste, se va a apresurar a construir su famoso muro fronterizo para detener el paso a los mexicanos, que enfermizamente insiste en que nosotros deberemos pagar.

A mí me da miedo escuchar a Donald Trump ante los micrófonos, pero es un temor especial y mayúsculo porque no es el que produce un individuo fuerte y poderoso, sino que las suyas son las amenazas de un individuo con pocas entendederas, esclavo de sus emociones y sus puntos de vista basados en razones superficiales.

Un tonto, me decía mi padre de grato recuerdo, puede hacer más daño que un malvado, de la misma manera que en el beisbol una base por bolas puede ser más letal que un hit, con lo que estarán de acuerdo quienes conocen las reglas y estrategias del rey de los deportes.

Pero los optimistas que nunca faltan piensan que la potestad que tiene quien sea Presidente de los Estados Unidos está acotada por las facultades de los otros dos poderes: el Legislativo y el Judicial, pues allá la división tripartita ideada por Montesquieu opera de manera mucho más real que en nuestro país, en donde de facto el Ejecutivo casi siempre ha estado por encima de los demás.

Y así Trump no podrá hacer realidad muchas de sus peligrosas chifladuras.

Seamos positivos y pensemos que la cámara de representantes, que los senadores, que los jueces y magistrados, que los demócratas de la oposición y que los intereses económicos representados por las poderosas empresas gringas pondrán diques de contención a las locuras que ya esboza este señor, que se apresta a jurar con la mano sobre la Biblia que respetará y hará respetar la Constitución de su país.

Si no lo hiciera así, ¡que Dios nos coja confesados!

¿O no, don Enrique?

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