El agua y el aceite

Lo primero que le comenté a Jenny Beaujean cuando platiqué con ella después del concierto que vino a dar con Veler en diciembre (desde aquí agradezco la cortesía de Mercedes Boullosa, que nos prestó su sala para hacer la entrevista), fue que yo conozco varios gemelos y cuando estoy con ellos no me queda claro si son uno, son dos o cada uno es una mitad. «Yo no vive sola al mundo –me dijo-, mi hermana nació un minuto antes que yo…somos dos pero, obviamente, es difícil para la gente vernos como seres individuales, mi hermana sí es cierta parte de mí, sobre todo la más infantil, pero en la actualidad somos totalmente diferentes, hacemos música muy diferente. Actualmente somos el agua y el aceite pero eso hace que nos complementemos también y seamos mejores amigas y hagamos cosas juntas, ya no musicalmente, hace cuatro años que no cantamos juntas en un proyecto pero cuando nos juntamos a cantar es muy natural. Creo que cada vez somos, exageradamente, más diferentes pero, al final, el agua y el aceite cuecen y doran las alitas (risas)».
Esa declaración es toda una metáfora, Ingrid y Jenny Beaujean son dos alas que comenzaron volando juntas porque formaban parte de un mismo cuerpo pero ahora han tomado rumbos distintos en busca de su individualidad.
Ingrid estuvo en JazzUV como estudiante, un tiempo después, Jenny estuvo como docente, esa separación las ayudó a tomar, cada una, su propio camino. Como muchos músicos, antes de que llegaran las palabras fueron tomadas por las notas, antes de que tocaran la música, la música las tocó a ellas. Así me lo narró.

The Nearness of Two

En mi núcleo familiar no son músicos ni son melómanos, mi mamá canta muy bien y es muy afinada pero no lo practica constantemente, apenas ahora hace fiestas de karaoke con sus amigas y estudia las canciones que va cantar. Mi papá no es afinado ni tiene oído musical pero sí le gusta la música.
En mi casa escuchábamos Ana Belén, Julio Iglesias, obviamente boleros, lo típico de las familias. Mi hermana y yo cantábamos desde que empezamos a hablar, todavía no podíamos pronunciar bien las palabras pero ya estábamos cantando todas las canciones de los comerciales y de los programas que veíamos o que escuchábamos en la tele (risas), además cantábamos a voces, lo hacíamos intuitivamente y a la gente le parecía muy raro vernos iguales y cantando.

Jenny e Ingrid Beaujean

Ya sabes que el destino es ejemplar en algunos momentos cruciales, un 15 de septiembre estaban haciendo un casting para un concurso amateur de canto en un centro comercial allá en México, nosotras llegamos y le dijimos al joven que estaba haciendo el casting:
-Oye, dejemos cantar en el karaoke (porque era un karaoke).
-Ah, bueno, sí.
Ya estaba guardando todo, nos empezó a escuchar y le dijo a mi mamá:
-Oye, ¿las puedo grabar?, igual y les gusta a los productores y se abre un concurso infantil
-Pues sí, grábalas
Como a la semana nos llamaron porque sí abrieron el concurso infantil, esa fue nuestra primera presentación, lo malo es que no nos dejaron cantar juntas, tuvimos que cantar separadas pero ganamos las dos y fue un momento muy importante porque mi mamá se dio cuenta que nuestro interés por el canto era real. Teníamos como ocho años, más o menos, nuestros papás empezaron a buscar en los anuncios del periódico una escuela de música o algo que pudiera servir para estar en este camino y mi papá encontró el Coro Infantil y Juvenil de México donde necesitaban niños cantores.
Fuimos a la audición que fue en la nueva sección del Bosque de Chapultepec y nos dijeron:
-Canten una canción
-Bueno, nos sabemos tal y tal
-Canten cualquiera.
Cantamos y nos quedamos en el coro. El que hizo la audición fue Jorge Cózatl, un increíble maestro de coros, director, músico, cantante; es impresionante, hasta la fecha es maestro de canto de mi hermana.
Estuvimos ahí de los ocho a los 12 años cantando música clásica, hicimos muchas obras infantiles y de compositores mexicanos. Hicimos de todo, hicimos giras, empezamos a presentarnos en escenarios grandes, estuvo increíble, yo creo que eso cambió nuestras vidas radicalmente, no solo respecto a lo que queríamos hacer sino también a la importancia y calidad que queríamos tener porque él siempre nos inculcó que debíamos ser lo mejor posible entonces, a partir de ahí, nuestro camino se fue hacia allá.
Magos Herrera es mi tía, es prima hermana de mi papá, ella nos escuchó cuando cantábamos en el coro, le gustó muchísimo, nos invitó a cantar en su primer disco [Orquídeas Susurrantes, 2000] y cantamos una canción que se llama el Son del Negrito, a partir de ahí le hacíamos coros en conciertos diurnos y en conciertos que permitían menores de edad (risas) y ahí conocimos a todos los músicos y ellos nos conocieron de niñas.

Silencios

Cuando terminó lo del coro, mi mamá decidió que deberíamos tomar clases de canto individual y nos metió con una maestra que es increíble, se llama Ángela Dávalos, ahora es compositora de una disquera grande. Ella nos enseñó soul, rhythm and blues, góspel, pop, todo eso y a partir de ahí empezamos a cantar las canciones, ya sabes, que la familia quería. Mi mamá decía canta esta o canta aquella pero empezaba la adolescencia y fue un momento medio drástico (risas), mi hermana decía no, a mí no me gusta cantar, pero en realidad lo que no le gustaba era lo que nos ponían a cantar entonces mi papá, muy inteligente, nos consiguió la convocatoria de la [Escuela] Nacional de Música y nos dijo:
-Si no quieren, no tienen que cantar, pueden estudiar composición o etnomusicología o cualquier otra cosa pero aprendan a escribir y a leer música
-Bueno, ok, va
Hicimos el examen y entramos.

Canto de gigantes convierte / el aire en jazz natural

En el coro estábamos familiarizadas con algunas notas pero nunca habíamos llevado solfeo ni nada de eso así que entramos a la Nacional de Música sin saber nada, lo cual fue un milagro (risas), y ahí empezamos a estudiar toda la teoría de la música: empezamos a leer, a escribir, a conocer la armonía, todo eso pero era más enfocado al clásico y la composición. También empezamos a tocar el piano.
Yo cantaba clandestinamente con mis amigos (risas) y mi hermana no cantaba nada, a veces cantaba con nosotros pero no mucho. Un día, un amigo de mi banda clandestina que se llama Levy Rentería me enseñó un disco que nunca voy a olvidar, y nunca lo voy a olvidar a él por eso, era una compilación de Sarah Vaughan, cuando la escuché cambió mi vida, dije ¿qué es esto?, ¡quiero saber qué es y cómo se hace y por qué esa voz suena como suena! Después se lo enseñé a mi hermana y quedó igual de impactada, fue algo muy importante, ahí supimos que sí queríamos cantar pero eso, no lo que habíamos cantado siempre. Levy nos dijo pueden hacer su examen de admisión a la [Escuela] Superior de Música, allí enseñan esa música.

Solo soy las noches que cantamos…

Solo soy
las noches que contamos
esperando
(Jenny Beaujean)

Fuimos a hacer el examen, era la primera vez que cantábamos un standard de jazz, yo canté Speak Low y mi hermana cantó Autumn Leaves, fue muy difícil pero logramos aprenderlo y sentir el ritmo un poco mejor. Quedamos las dos, entramos a la escuela y ahora no sabíamos nada de jazz (risas) pero la escuela nos impulsó de muchas maneras, nos hizo escuchar discos, nos enseñó armonía de jazz, los maestros fueron muy compartidos. Yo siempre he creído que la educación está en ti, si tú puedes aprovechar lo que la otra persona sabe, te va a llegar y lo vas a aprender, en ese aspecto yo siempre he sido de mente abierta y mis maestros de la Superior de Música me enseñaron prácticamente todo lo que sé de jazz.
En el primer semestre nos escuchó la Big Band Jazz de México, teníamos 17 años y cuando cumplimos 18 nos contrató, la primera vez que cantamos con ellos fue en el Lunario [del Auditorio Nacional]. En esa época nos reencontramos con Magos y nos volvió a invitar a cantar con ella. Estuvimos más o menos seis años con la Big Band y con Magos.
Después hicimos nuestro propio proyecto, Beaujean Project, con música original, eran nuestras composiciones, nuestros arreglos y arreglos del pianista Nicolás Santella, que era fundamental en la banda.
Desde hace como cinco años, mi hermana y yo hacemos un programa de radio en Horizonte FM, se llama Ejazz, el lado femenino del jazz. Hablamos solo sobre mujeres, no es que seamos feministas si no que es un tema que de pronto en el jazz se olvida. Es todos los miércoles a las ocho de la noche.

(CONTINÚA)

SEGUNDA PARTE: Blues de luna
TERCERA PARTE: Nadar en el aire



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