Aunque no es sino un guiño publicitario que ha lanzado el PRI nacional al cansado electorado del país, que amenaza con terminar en 2017 su reinado en el Estado de México y con malograr en 2018 su permanencia en la Presidencia de la República, la suspensión de derechos partidistas al gobernador Javier Duarte de Ochoa ha hecho que este personaje se mantenga en los sitios de mayor celebridad mediática, aunque no precisamente con resultados positivos.

Esta decisión de la Comisión de Justicia Partidista del PRI tomada este lunes ha logrado tender una densa cortina de humo sobre asuntos de mayor peso para el país, como el segundo aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero, la caída espectacular del valor del peso frente al dólar, los resabios de la invitación de Donald Trump a México y la profunda tajada que resentirá el presupuesto federal en 2017 de casi 240 mil millones de pesos.

El hombre tormenta que se solaza en el repudio de sus gobernados y ahora también de los medios de comunicación locales y nacionales, de su partido y del presidente Enrique Peña Nieto, ha de estar contento de haberse convertido en una figura nacional, de poner en entredicho la unidad priista y de encabezar la posible rebelión de los corruptos, un segmento mayoritario en el PRI, contra la dirigencia nacional, aunque debería estar preocupado por las consecuencias legales de las investigaciones de la PGR, incitadas por Miguel Ángel Yunes Linares, el Sistema de Administración Tributaria (SAT) y la Auditoria Superior de la Federación (ASF).

Lo realizado por Duarte y todo este sector azuzado por el exgobernador Fidel Herrera Beltrán, igualmente corrupto, para emprender una rebelión contra el dirigente nacional priista y el mismísimo Peña Nieto y con ello evitar que sean juzgados por corrupción, razón principal de las derrotas infligidas por el PAN en los comicios del 5 de junio, no solo busca evitar que Duarte sea expulsado del PRI sino también disuadir de que sea juzgado por los evidentes desfalcos al erario que han llevado a Veracruz a la bancarrota.

Aunque en los últimos días Javier Duarte de Ochoa ha evitado tocar su celular para lanzar tuits a diestra y siniestra, donde engaña y trata de echar abajo las acusaciones sólidas en su contra, lo cierto es que ese grupo que lo respalda logró darle una verdadera sanjuaneada a Enrique Ochoa Reza, dirigente nacional del PRI, por el tema de su ‘liquidación’ millonaria por su salida de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), lo que puso en perspectiva la máxima de que perro no come carne de perro, es decir, cómo un corrupto puede juzgar a otro corrupto.

Si bien de todas maneras la comisión de justicia del PRI logró suspenderle sus derechos como priista a Javier Duarte (lo que entre otras cosas le impide manipular para imponer a uno de los suyos en la dirigencia estatal del PRI, donde se mantiene Amadeo Flores Espinosa), lo cierto es que la batalla se recrudecerá en los siguientes días y semanas, porque Duarte buscará salvar el pellejo, y a eso se dispone olvidando que aún tiene más de 60 días para gobernar.

Ante ello, más que nunca, Enrique Peña Nieto está obligado a llevarlo a juicio por los actos de corrupción cometidos en su gobierno, y tendría elementos suficientes para hacerlo. Si no es así, de nada servirá la quemadota que sufrió su patiño en el CEN del PRI; tampoco operará en su favor la integración de un cuerpo normativo y una estructura burocrática de combate a la corrupción y, por supuesto, nada le salvará de sufrir dos debacles electorales muy importantes: la de la elección de gobernador en el Estado de México el próximo año, y la imposibilidad tanto para recuperar Veracruz en 2018 como para mantener a su partido en Los Pinos ese mismo año.

EL RECREO

Vencido, a pesar de sus grillas, dimes y diretes, este martes el gobernador Javier Duarte se reventó un buen chiste ante empresarios. Dijo que ante la grilla y los dimes y diretes (de otros, claro), su gobierno responde con “agenda seria y con trabajo”. El que entendió, entendió.

Cerrar heridas, reforzar filas

Si en el ámbito nacional los riesgos de fisuras en el PRI ya se empiezan a observar, porque no podemos olvidar que los poderes fácticos que perviven en su interior sienten la amenaza del fantasma de la anticorrupción (aunque sea solamente un discurso), los mayores riesgos los podría resentir en Veracruz.

Hace ya tiempo que el equipo de la Fidelidad, encabezado por el Cónsul en Barcelona, le ha apostado a los partidos satélites, en particular el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), donde buscarían refugiarse y refundarse, ante la posibilidad de que ya no tengan mayores posibilidades en el PRI.

La figura más emblemática es el actual diputado federal Javier Herrera Borunda, quien halló en Chiapas, al lado del desastre de gobernador Manuel Velasco Coello, la manera de emanciparse de la influencia de los herederos políticos de su padre en Veracruz. Javier ha buscado cincelar su propia trayectoria en el seno del PVEM, ahíto de dirigentes políticos con experiencia y respaldo en la vieja guardia priista, para desde ahí jugar como su padre en los siguientes procesos electorales, particularmente la municipal de 2017.

Fidel Herrera ha buscado colocar a sus discípulos como candidatos de otros partidos, como fue el caso de Vicente Benítez González, operador financiero de Duarte, quien ganó la diputación local de Los Tuxtlas bajo las siglas del Panal.

Lo que viene es una posible desbandada de fidelistas y duartistas rumbo a las filas de sus aliados, sobre todo de aquellos que pudiesen ser expulsados del PRI, para montar en esos institutos políticos, con los enormes recursos que se han agenciado del erario, una verdadera maquinaria política que cause estragos electorales al priismo y, de paso, combatir el avance del PAN.

Por lo pronto, se ve que Amadeo Flores Espinosa, dirigente estatal del PRI, tratará de acuerpar a los priistas, alejarlos de compromisos con el gobernador cuasi expulsado y atraerlos hacia las posturas del PRI nacional y de Peña Nieto. Este martes dijo en la Ciudad de México que las reglas y estatutos priistas “aplican para todos, más allá de nuestro cargo o responsabilidad pública”, y añadió que el PRI veracruzano ha tomado nota de la decisión de la Comisión Nacional de Justicia Partidaria.

Añadió que el PRI local respalda a su dirigente nacional en esta cruzada y descartó que vaya a provocar su ruptura interna, porque “nadie puede estar contra la transparencia y la honestidad. Esos son valores que debemos defender si queremos recuperar la confianza de los electores”.

Lo cierto es que la transparencia y la honestidad no son precisamente valores que exalten los priistas. Generaciones cada vez más absurda e insaciablemente hambrientas de fortuna y poder se han apoderado de los puestos públicos, y como muestras pueden obsequiarse los casos de Fidel Herrera y Javier Duarte que, en los últimos 12 años, lograron vaciar las arcas públicas de Veracruz y casi sin dejar huellas que puedan ser detectadas por el ciudadano común.

En efecto, ya hay pronunciamientos sea para desmentir la firma de la carta de apoyo a Duarte y de repudio al PRI nacional, como el caso del dirigente de la CNC Juan Carlos Molina, o para apoyar la medida adoptada por la comisión de justicia partidaria, como el caso destacado del alcalde de Veracruz, Ramón Poo Gil.

El otoño parece que será muy caliente en Veracruz.

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