Ayer al filo del mediodía, muchos de los veracruzanos que nos gusta o tenemos un vínculo profesional con la política, parecíamos gatos de carnicería: viendo la carne y lamiéndonos los bigotes.

En otras épocas, la política nacional pasaba de manera obligada por Veracruz. No era sólo el peso de la historia –donde Juárez y Carranza hicieron de nuestra provincia símbolo e identidad de la patria- sino también el de una clase política que siempre tuvo ascendencia sobre el gobierno federal. Siempre fuimos actores políticos relevantes, pero ya no.

En el último tramo, por ejemplo, la presencia de Jesús Reyes Heroles dejó una huella profunda en la cultura política y sentó las bases ideológicas de lo que ha sido el PRI en las últimas cuatro décadas. Era un hombre imprescindible para los presidentes en turno.

Agustín Acosta Lagunes era un amigo cercano del presidente López Portillo. Habrían compartido asiento en la Secretaría de Hacienda y desde ahí, “don Agus” se convirtió en el mejoral para el Veracruz de los ochenta, los de la crisis. Hoy Acosta Lagunes tendría que haber sido no el mejoral sino la quimioterapia.

Y tras de él llegó don Fernando Gutiérrez Barrios. Pocos con su conocimiento del sistema y su pertenencia con la nomenclatura gobernante. El hombre leyenda se mantuvo en las más altas esferas del poder hasta su muerte, lo que le permitió que muchas generaciones de veracruzano hicieran carrera política en el altiplano. Los presidentes le hablaban de usted.

En la misma época, la de Salinas de Gortari, encumbró a otro veracruzano: Patricio Chirinos Calero. Amigo personal del Presidente, tuvo un sobrenombre que pintaba de cuerpo entero su circunstancia. Lo llamaban “la ardilla”, porque se la pasaba en Los Pinos. Y durante la administración de Ernesto Zedillo, muchos veracruzanos pasaron por el gabinete y las cámaras legislativas, siempre cerca de la esfera presidencial.

Y no se diga de Miguel Alemán Velasco. Un hombre que se crió en Los Pinos. Amigo personal de todos los presidentes que sucedieron a su padre, es un actor protagónico en la política y el mundo empresarial de México. El sí es el veracruzano mas amigo del Presidente Peña.

Hoy no hay más invitados a la mesa del señor. Hace tiempo que no vemos a un veracruzano en el gabinete; acaso Fernando Aportela, subsecretario de Hacienda, renunció ayer mismo en solidaridad con su jefe y amigo, Luis Videgaray. Y el otro más destacado, José Antonio González Anaya, director de Pemex, poco ha podido hacer por su tierra para evitar la crisis económica y de empleo que viven las regiones petroleras del estado.

Así, mientras los grupos políticos del estado de México y del pequeño estado de Hidalgo manejan a placer la política interna del país y ejercen a plenitud el poder político que representa el gobierno de la república, la clase política veracruzana se conforma con mirarlo por televisión, cuando no deambulan en parvada por los ministerios públicos de la PGR, las salas de espera del SAT o la Auditoría Superior de la Federación.

El capital político de Veracruz fue dilapidado por una nueva generación inexperta y rapaz que nunca aprendió a hacer política. Por eso, hoy tenemos que conformarnos con el oráculo del café, que es lo que mejor nos sale. Así, en lugar de participar en las decisiones del futuro político del país, sólo podemos echar las cartas para tratar de adivinar qué pasará con la aldea.

Que si Pepe avanza o complica su circunstancia por la salida de un amigo personal y artífice de su proyecto futuro; que si su verdadero amigo es Toño Meade y entonces su suerte está con el que sería el eventual candidato a la presidencia; que si la delegada de Sedesol, Anilú Ingram se fortalece y mejora sus momios para alcanzar la alcaldía de Veracruz; que si otros más arreciarán su activismo político para volver a tomar por asalto un barco a la deriva; que si… cualquier teoría es válida.

La del estribo…

Pobre Veracruz, tan lejos de Los Pinos y tan cerca de la PGR.