-¿Me haces un favor?
-¿Qué clase de favor?
-¿Quieres tenerme mis
avioncitos
durante todo el recreo?
-¿Durante todo el recreo?
-Sí, es que tú eres mi cielo
(Jairo Aníbal Niño)

Como en todos los gremios, en el magisterial hay buenos, regulares, malos y nefastos, tengo la sospecha de que, en todos, los buenos representan la abrumadora mayoría. A aquellos que hasta las sierras, las colonias marginales, los lugares más apartados, en medio de todas las adversidades, llevan la luz y la palabra, está dedicada la columna de hoy. También está dedicada, por supuesto, para quienes desempeñan su labor en mejores condiciones porque todos «forman parte de esta tribu de los que piensan y vuelan», según las palabras de Jairo Aníbal Niño, colombiano que fue muchas cosas: pintor, actor, director de teatro, dramaturgo, narrador, poeta, director de la Biblioteca Nacional de Colombia pero, sobre todo, un gran educador que hizo de la libertad, la alegría, el amor y la frescura sus principales materiales didácticos.

«Un buen educador no ha renunciado a su condición de niño y de joven y de pájaro», declaró a la televisión colombiana en una entrevista que se le realizó en ocasión del Día del maestro. A manera de homenaje a él (falleció en 2010), a todos los maestros y a esos 43 aprendices de pájaro cuyo destino seguimos ignorando, cito algunos fragmentos:

«La escuela que yo sueño es la escuela de la libertad, la escuela de la alegría en medio del horror. Los niños nos enseñan que en medio de la guerra un niño eleva una cometa y una niña inventa una muñeca de trapo y canta una canción que viene de lo más hondo del tiempo (…)

«El poder desconfía de la libertad, de la alegría. Alguien feliz es sospechoso, algo malo ha hecho, hay un culto a la muerte y al horror porque con la muerte y el horror dominan y someten pero pienso que se abren puertas y ventanas para una nueva visión del mundo y de las cosas, creo que hay maestros que luchan por esa necesidad de ser libres.

Jairo Aníbal Niño (Foto: La nave de los locos)
Jairo Aníbal Niño (Foto: La nave de los locos)

«Yo jamás he dictado una clase porque esa es una de las cosas terribles, que a veces uno encuentra dictadores de clase, no, mi encuentro con los niños y con los jóvenes fue un encuentro de amigo, de cómplice (…), en mi cátedra jamás asumí la autoridad como medio de relación con mis muchachos.

«Yo no creo en las calificaciones, no creo en las notas, no creo en las libretas de asistencia (…), sueño con una maestra [a la] que un día un muchacho se le acerque y le diga:
-Maestra, yo ayer no vine a la escuela porque ayer me enamoré
Y la maestra lo abrace y le diga:
-Ay muchacho, qué lindo, gracias por lo que a mí me toca porque yo soy tu maestra (…), ¿por qué viniste hoy?
¿Cómo va a ir uno a la escuela el día que se enamora? (…)

«En el día de los educadores, ningún mensaje a los educadores, es una arrogancia tratar de llegar con un mensaje (…), un consejo a los educadores, es al revés, en este día los educadores tienen que ser escuchados (…) a lo largo y ancho del mundo, ellos son los que deben abrir su corazón y hablamos del amor porque no solamente nos hablan del amor sino que el buen maestro construye amor todos los días, construye libertad, construye solidaridad.

«Cuando la guerra, el odio, la codicia están debilitando el mundo (estamos al borde de la desaparición), los maestros tienen la posibilidad maravillosa de insistir en tiempo y espacios de salvación para el corazón humano, ellos forman parte de esta tribu de los que piensan y vuelan, (…) de esta maravillosa tribu en la que se dan cita los que sanan, los que inventan canciones, los panaderos, los camioneros, los vagabundos que van con un morral por todos los caminos de la tierra, los que se enamoran, es decir, esa parte de la humanidad que no ha caído en la trampa del horror, del odio, de la acumulación.

«La escuela es la escuela de la vida (…), no es solamente un aula, y los maestros están ahí como pájaros, revoloteando, y consolidan entonces una posibilidad de que los seres humanos se miren a los ojos finalmente y se encuentren con todo lo que de humano tienen [porque] lo que uno de humano tiene es lo que lo posibilita para el amor, para la alegría y para la vida.»

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