Por Bernardo Gutiérrez Parra

El jueves anterior, minutos después de que el voto de 35 diputados le otorgara a Namiko Matzumoto la presidencia de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, uno de los asistentes al Congreso local comentó con toda la sorna del mundo: “Si ahorita toma el teléfono para darle las gracias a Javier Duarte, hará bien. Eso querrá decir que es una tipa agradecida”.

A las 16:38 horas del mismo jueves, la oficina de Comunicación Social envió un boletín a los medios donde Javier Duarte la felicita por su nombramiento. Es la única felicitación pública de la que se tiene conocimiento. Como contraparte, lo que prevaleció en redes sociales fueron descalificaciones, denuestos y hasta mentadas de madre para esta mujer.

“Eres el último chistorete de Javier Duarte” decía uno de los tuitts menos severos.

Los columnistas le han dado con todo, los reporteros hablan pestes de ella, los empresarios la ven con recelo; los universitarios la descalifican a priori. Quienes han trabajado a su lado en la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas, dicen que se va dejando un tiradero en su oficina.

“Nunca arregló nada, por el contrario, embrolló todo. La CEAPP está patas pa’ arriba, con expedientes que nunca se cerraron, con trabajo que deja a medias, pendiente o de plano olvidado” me dijo alguien de esa oficina.

Nunca he tratado a Namiko. Lo único que sé de ella es por una entrevista que le hizo el periodista Salvador Muñoz.

Gracias a ella sé que la señora se fuma en promedio diez cigarrillos al día, que su abuelo japonés llegó en un circo a Tampico y no regresó a su país. Que Namiko significa “Hija de las olas”, que tiene roce profesional con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que su primera chamba fue a los 17 años como pintora de brocha gorda.

Sé además que es académica de la Facultad de Derecho y que sus gustos van de la jardinería a la plomería y pasan por la carpintería, tallado en madera y cocina.

Sobre Derechos Humanos, dijo que le gusta leer literatura especializada en el tema y nada más. Ni una propuesta, ni un proyecto, ni una idea. Nada.

No, no he tratado a Namiko Matzumoto, pero lo que sí me consta es que nunca he sabido de una persona que haya sido tan cuestionada y bocabajeada desde mucho antes de llegar a la CEDH.

Quien aspira a ese puesto sabe que se verá envuelto en polémicas y enfrentará resistencias, pero nunca había escuchado de alguien que provocara tantas descalificaciones como Namiko.

Se le acusa de todo: de ser personera de Javier Duarte, de deberle el cargo en la CEAPP, de estar directamente a sus órdenes; de ser grosera, déspota, incompetente y de desatender las agresiones a los periodistas. El diputado Cuauhtémoc Pola la calificó de vergüenza nacional.

El encono que ha despertado es tan grande que sus detractores se han metido hasta con su vida privada y la su familia.

Me pregunto si con tanto en contra y casi nada a favor Namiko no haría bien en renunciar al puesto. Como titular de la CEDH vivirá a la defensiva, estresada y acosada por los medios de comunicación que estarán al pendiente de cualquier yerro para tundirla.

Sí, lo mejor será que ponga su renuncia sobre la mesa, antes de que alguien con suficiente poder para ordenarle, le pida de muy mala manera que se vaya.

bernardogup@nullhotmail.com