Una de las voces imprescindibles para entender la negritud estadounidense es la James Baldwin, el joven que tuvo que huir de su país a los 22 años para expiar tres «culpas», de las cuales solo era responsable de una, el activismo social.

James Baldwin
James Baldwin

Las otras dos eran el color de su piel y su preferencia sexual. Ser negro, homosexual y comunista era mucho más de lo que podía soportar la sociedad estadounidense de los años 40 (en muchos sectores la situación no ha cambiado tanto, basta escuchar a Donald Trump) por lo que el joven escritor decidió autoexiliarse en París, ciudad en la que sobrevivió paupérrimamente con el poco dinero que cobraba por escribir en algunas publicaciones.

Pese a ello, la estancia en Europa enfrentado a un idioma distinto al materno le deparó algunos beneficios que él mismo reconocía: «(…) comencé a pensar en francés. Comencé a entender el inglés mucho mejor que nunca antes; comencé a entender el inglés del cual procedía, el idioma que produjo a Ray Charles o a Bessie Smith o que produjo a todos los poetas que me produjeron. Comenzó una especie de reconciliación, que no hubiera ocurrido si no me salgo del inglés»

En ese exilio voluntario publicó sus dos primeras novelas, Go Tell it on the Mountain (1951) y Giovanniʼs Room (1956). Sobre esta última, en el portal AltaFidelidad.Org se lee:
«La habitación de Giovanni, un texto oscuro y pasional, un desafío explícito a la literatura de su época que buscaba -y encontró- el escándalo. Ávido de traspasar las oposiciones comunitarias en boga, Baldwin construyó deliberadamente un texto en el que todos los personajes eran blancos y en el que la homosexualidad se situaba en el centro de la acción. 2 Another CountryDespreciado por aquellos que lo acusaban de ser ‹anti-negro› y condenado por los que consideraban depravado el tono del texto, el autor consiguió liberarse de las categorías establecidas y otorgar así una mayor solidez a su voz discordante desde la firme convicción de que la temática racial y sexual estaban íntimamente unidas como ejemplos de clasificaciones creadas por una cómoda mayoría para crear nichos donde lanzar sus anatemas y confortar su normalidad»

Entre los años 50 y 60, además de convertirse en una de las voces más valientes de la literatura estadounidense, habría de asumir la vocería del movimiento negro pero, a diferencia de sus antecesores, el sufrimiento de sus personajes no emana solamente de la discriminación racial sino de su condición humana, para él «el amor, generalmente con una fuerte base sexual, constituía una posibilidad de redención. Y decimos generalmente porque también otras formas de amor significan lo mismo. Volviendo a la figura paterna, es de confesar que la severidad de los personajes que la representan suele disimular el profundo amor que le sirve de sostén. Justo el miedo de que los seres amados sufran lleva a imponerles la severidad como escudo contra el mundo: que se endurezcan para con ello lograr sobrevivir», observa Federico Patán.

José Joaquín Blanco señala otra diferencia de Baldwin con los escritores de vanguardia de su época:

«Sorprendían su refinamiento, su emotividad y su magnífica prosa inglesa -cercana al inglés de la Biblia del rey James y de una larga escuela de predicadores, así como al elaborado y matizado estilo de Henry James-, en una época literaria que abundaba en la rudeza, la experimentación y la destrucción de cánones estéticos (Bourroghs, Kerouac, Ginsberg, Mailer, Roth, Vonnegut)»

3 Nothing PersonalSu vasta obra comprende novelas, poesía, relatos, ensayos, dramas y obras en colaboración como Nothing personal, libro inspirado en una serie de fotografías de Richard Avedon que el portal Lecturalia describe así:

Nada personal es un gospel. La voz de un intelectual negro que se lamenta, grita, pero aún cree y espera. Cree en lo único que puede creer un negro en Nueva York y espera como sólo puede esperar un ex predicador de la iglesia bautista: a la vez con ira y con amor. En este libro, James Baldwin procura encontrar una razón a la sinrazón del país donde nació; procura saber por qué la gente que le rodea ya no ríe ni canta, por qué se empeña en ser ‹eternos adolescentes›, por qué es arrogante y agresiva».

Basta el siguiente fragmento para entender la atmósfera de la obra de este angustiado narrador de las discriminaciones y las pasiones.

Nada personal

(Fragmento)

James Baldwin

Un amigo europeo y yo fuimos detenidos en Broadway, en pleno día, mientras buscábamos un taxi. Él llevaba tres días en Nueva York, todavía no dominaba el inglés y yo le mostraba las maravillas de la ciudad. Estaba impresionado y aturdido, aunque también parecía preguntarse para qué servía todo aquello… Cuando, de repente, caídos del cielo o surgidos del asfalto, aparecieron dos policías de la secreta, nos separaron; apenas me dirigieron una palabra. Vi cómo mi amigo, arrastrado por el cuello de la chaqueta, desaparecía entre la multitud. Nadie parecía haberse dado cuenta; evidentemente ocurría todos los días.
Me empujaron al vestíbulo de un drugstore, me cachearon, me obligaron a vaciar los bolsillos, me obligaron a arremangarme, me preguntaron qué hacía por allí; «por allí» era la ciudad donde había nacido. Soy perro viejo en estas lides —la policía se mostró siempre muy solícita en echarme el guante e incluso en pegarme alguna vez— y por consiguiente no dije nada durante toda la operación. Estaba preocupado por mi amigo, que no entendería aquella calurosa recepción en el país de la libertad; me preocupaba su escaso dominio del inglés, sobre todo cuando tuviera que enfrentarse con el lenguaje algo peculiar de la policía. Ninguno de los dos llevábamos navajas ni pistolas, ninguno de los dos tomábamos drogas: eliminado el aspecto criminal. Además, mi amigo era un hombre casado, con dos hijos, su visita era perfectamente respetable y ni siquiera venía de algún lugar sucio y de dudosa reputación, como Grecia, sino de la geométrica y solvente Suiza: eliminado lo moral. Yo no era exactamente un vagabundo, me preguntaba pues qué iba a decir el policía. Parecía muy desilusionado de que no llevara armas, de que mis venas no estuvieran pinchadas.

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