Esa idea que ha tenido el presidente municipal de Orizaba, Juan Manuel Diez Francos, de poner una estatua de Porfirio Díaz ha sido calificada de muchas cosas, opuestas: de justa e injusta, de ahistórica y reivindicadora, de caprichosa y procedente.

Lo cierto es que es una tontería.

Si el alcalde orizabeño se hubiera dado una vuelta por la Wikipedia, habría podido leer que en “diciembre de 1906, obreros textiles de Tlaxcala y Puebla se declaran en huelga para exigir mejores condiciones laborales. Para frenar la creciente organización del movimiento obrero en la región, los industriales realizaron un paro patronal (lock-out) el 24 de diciembre en toda la zona industrial. Los obreros solicitan la intervención de Porfirio Díaz, quién favorece a los empresarios y ordena la reanudación de labores en las fábricas.

“El 7 de enero en Río Blanco cerca de 2 mil operarios agrupados en el Círculo de Obreros Libres se amotinaron frente a la fábrica.

“Soldados del 13º Batallón dispararon contra la multitud, que huyó a Nogales y a Santa Rosa, donde también saquearon la tienda de raya, paralizaron el servicio de tranvías, cortaron los cables de energía eléctrica y saquearon las casas de particulares acaudalados. De regreso a Río Blanco, los amotinados fueron interceptados por más fuerzas federales que dispararon contra hombres, mujeres y niños. No existe un registro exacto, pero se estima que entre 400 y 800 obreros fueron asesinados. Durante dos noches algunos testigos vieron plataformas de ferrocarril con docenas de cuerpos amontonados. Cerca de 223 operarios varones y 12 mujeres más fueron encarcelados.”

Pero el señor Diez se ve que es tan ignorante como entecado, y este martes 1º, contra toda prudencia, develará en la Plaza Bicentenario la estatua de Díaz, hecha de bronce, de tres metros de altura y que a decir del munícipe él pagará de su propio bolsillo, lo que es poco creíble.

Es mentar la soga en casa del ahorcado. Es revivir un tema que ya ha sido sancionado por la historia. Es malentender la ideología.

Es no tener la mínima idea de los tiempos políticos, de la pertinencia, del manejo de la forma y el fondo, que dijera Reyes Heroles.

Trato de meterme en la lógica del presidente orizabeño -que además lo hizo muy bien en su mandato anterior y lo está haciendo igualmente en el actual, a decir de sus paisanos- y no encuentro cuál es la razón que detona esa intención oscura de honrar a un héroe que se convirtió en dictador, y en un asesino, que se había inaugurado como tal el 25 de junio en Veracruz, con su “Mátalos en caliente” (puede el alcalde leer la puntual crónica hecha por Miguel Alessio Robles de esta otra salvajada de Porfirio Díaz, en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/6/2845/10.pdf).

¿Quedar bien con sus amigos empresarios que seguramente tienen un pensamiento porfirista? ¿Regresar la añoranza de la clase que perdió el poder con la Revolución Mexicana?

Mire, don Juan Manuel, si quiere hacer estatuas, pues ahí tiene a orizabeños con merecimientos como don Ignacio de la Llave, Francisco Gabilondo Soler, Francisco Liguori, y en una de ésas hasta Sara García, Chachita o Héctor Lechuga.

Para que andar levantando muertos…

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