Y el muchacho una rosa vio
una rosa en medio del campo
floreciendo en la inocencia.
Asustado por el color sucumbió
a una fascinación sin fin
por el rojo carmesí
de aquella rosa en medio del campo
(Canción de fondo de la escena
final de Rapsodia en agosto, de
Akira Kurosawa)

Con la violencia del tifón, el paraguas se voltea hacia arriba, es el pie para la canción. Y el muchacho una rosa vio / una rosa en medio del campo, se escucha en el fondo. La tormenta ha sido silenciada, solo las voces infantiles acompañan la penosa carrera de la abuela. La cámara lenta subraya la torpeza de los pasos en la urgencia del escape.
floreciendo en la inocencia

Rapsodia en Agosto (Akira Kurosawa, 1991)
Rapsodia en Agosto (Akira Kurosawa, 1991)

Tras ella, con zancadas también ralentizadas, los cuatro nietos y sus padres luchan por acortar la distancia; uno de ellos, el de la camisa roja cae, se levanta y continúa su carrera. ¿Por qué el de la camisa roja?, ¿es una metáfora?, ¿es Japón que se levanta para seguir la vida?
Asustado por el color sucumbió / a una fascinación sin fin
En esa posición, el paraguas, más parece un estandarte asido con las últimas fuerzas de unas manos antiguas y cansadas, una bandera izada en honor a la memoria o al olvido
por el rojo carmesí / de aquella rosa en medio del campo
La imagen va disolviéndose hasta el oscuro total. Así salda Kurosawa su deuda con una herida jamás cerrada.

3 HiroshimaEl 6 de agosto de 1945, Little Boy, la bomba de uranio-235 cayó sobre la ciudad de Hiroshima. Tres días después, el 9 de agosto, Fat Man, la bomba de plutonio-239 destrozó la ciudad de Nagasaki. Estos dos días están entre la lista de los momentos cúspide de la crueldad y la estupidez humanas. Con ellos terminó la Segunda Guerra Mundial e inició la guerra fría pero lo más importante es que partió en dos una cultura milenaria. La herida no ha sanado, el silencio lo denota.
En octubre de 1990, Gabriel García Márquez tuvo un par de conversaciones con el director japonés Akira Kurosawa que, en ese momento, estaba filmando Rapsodia en agosto. La revista Proceso publicó una parte de esas conversaciones, tomo un fragmento:

Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez

Esto no es una entrevista Es parte de dos conversaciones que sostuve en Tokio con el director de cine japonés Akira Kurosawa en octubre de 1990. Se habló de muy diversos temas en algo más de seis horas, y la conversación fue grabada por un amigo de ambos, por pura curiosidad, pues ninguno de nosotros pensó que fuera publicable. Uno de los temas fue la película que Kurosawa filmaba en ese momento, Rapsodia en agosto, presentada en el Festival de Cannes, con un gran éxito de público y de crítica, y con el disgusto de algunos periodistas de Estados Unidos que la consideraron agresiva contra su país. El fragmento que se publica aquí es el que corresponde a esa parte de la conversación

GABO: Usted está rodando su película número 28. ¿En qué punto se encuentra?
AKIRA: Solo nos falta filmar un tifón que está anunciado desde ayer y todavía no llega. La semana pasada anunciaron otro, lo esperamos durante tres días, pero no llegó.

—Ese puede ser un buen título: «Esperando el tifón».
—No; el título será Rapsodia en agosto. En todo caso, si este tifón tampoco llega, tendremos que filmar una tormenta simulada con grandes ventiladores y otros dispositivos truculentos.
(…)

Akira Kurosawa
Akira Kurosawa

—Ya se sabe: «Los poetas son mezcladores de venenos». Pero volviendo a su película actual: ¿lo más difícil de filmar será el tifón?
—No. Lo más difícil ya fue trabajar con los animales. Serpientes nadadoras, hormigas que comían rosas. Las víboras domesticadas están muy acostumbradas a la gente, no huyen por instinto, y se comportan como anguilas. La solución fue capturar una gran víbora silvestre, que trataba de huir con todas sus fuerzas y de veras causaba pavor. De modo que hizo muy bien su papel. En cuanto a las hormigas, se trataba de que subieran en fila india por un rosal hasta alcanzar una rosa. Se resistieron largo rato, hasta que pusimos una senda de miel en la rama, y las hormigas subieron. En realidad tuvimos muchas dificultades, pero valió la pena, porque aprendí mucho sobre ellas.

—Sí; ya me di cuenta. ¿Pero qué clase de película es ésta que lo mismo tiene problemas de hormigas que de tifones? ¿Cuál es el argumento?
—Es muy difícil resumirlo en unas cuantas palabras.

— ¿Alguien mata a alguien?

—No. Se trata simplemente de una anciana de Nagasaki, que sobrevivió a la bomba atómica, y cuyos nietos fueron a visitarla en el verano pasado. No he filmado escenas tremendistas que resultarían insoportables y que, sin embargo, no explicarían por sí mismas el horror del drama. Lo que quisiera transmitir es el tipo de heridas que dejó la bomba atómica en el corazón de nuestra gente, y cómo se fueron cicatrizando. Yo recuerdo bien el día de la explosión, y todavía hoy no puedo creer que aquello haya ocurrido en la realidad de este mundo. Pero lo más terrible es que los japoneses ya lo echaron al olvido.

2 Hiroshima—Para el futuro del Japón, para la identidad de los japoneses, ¿qué significa esa amnesia histórica?
—Los japoneses no lo hablan en forma explícita. En especial nuestros políticos callan por temor a los Estados Unidos. Tal vez se conformen con la explicación de Truman de que apeló a la bomba atómica solo por apresurar el fin de la guerra mundial. Sin embargo, para nosotros la guerra continúa. Oficialmente se publicó que el número total de muertos en Hiroshima y Nagasaki fue de 230,000. Pero en realidad hubo más de medio millón. Y todavía en este momento hay 2,700 personas en el Hospital de la Bomba Atómica, esperando morir por las secuelas de la radiación después de cuarenta y cinco años de agonía. Es decir: la bomba atómica sigue matando japoneses.

—La explicación que parece más racional es que los Estados Unidos apresuraron el final con la bomba por el temor de que los soviéticos se tomaran al Japón primero que ellos.
—Sí. Pero ¿por qué lo hicieron en una ciudad donde solo había civiles que no tenían nada que ver con la guerra? Había concentraciones militares que realmente la estaban haciendo.

—Tampoco la tiraron en el Palacio Imperial, que debía ser un espacio muy vulnerable en el corazón de Tokio. Y me parece que todo eso se explica porque querían dejar intactos al poder político y al poder militar para hacer una negociación rápida sin tener que repartir el botín con sus aliados. Es una experiencia que ningún otro país tuvo en toda la historia de la humanidad. Ahora bien: si Japón se hubiera rendido sin la bomba atómica, ¿sería hoy el mismo Japón que es?
—Es difícil saberlo. Las personas que sobrevivieron en Nagasaki no quieren recordar su experiencia porque la mayoría de ellas, para sobrevivir, tuvieron que abandonar a sus padres, a sus hijos, a sus hermanos. Todavía no pueden dejar de sentirse culpables. Luego, las fuerzas estadounidenses que ocuparon el país durante seis años influyeron por muchos medios para acelerar el olvido, y el gobierno japonés colaboró con ellos. Yo estaría dispuesto, inclusive, a entender todo eso como parte de la inevitable tragedia generada por la guerra. Pero creo que, por lo menos, el país que tiró la bomba debe presentar disculpas al pueblo japonés. Mientras eso no suceda, este drama no habrá terminado.

Rapsodia en Agosto (Akira Kurosawa, 1991)
Rapsodia en Agosto (Akira Kurosawa, 1991)

— ¿Hasta ese punto? ¿No se podría compensar la desgracia con una larga era de felicidad?
—La bomba atómica constituyó el punto de partida de la guerra fría y de la carrera armamentista, y marcó el principio del proceso de creación y utilización de la energía nuclear. La felicidad no será nunca posible con ese origen.

—Ya veo: la energía nuclear nació como una fuerza maldita, y una fuerza que nace maldita es un tema perfecto para Kurosawa. Pero a mí lo que me preocupa es que usted no está condenando a la energía nuclear por sí misma, sino por el mal uso que se le dio desde el principio. La electricidad sigue siendo buena a pesar de la silla eléctrica.
—No es lo mismo. Yo pienso que la energía nuclear está fuera de las posibilidades de control que puede establecer el ser humano. En el caso de que se cometiera un error en el manejo de la energía nuclear, el desastre inmediato sería inmenso, y la radiactividad permanecería por cientos de generaciones. En cambio, cuando está hirviendo el agua, basta con dejarla enfriar y ya no será peligrosa. Dejemos de usar elementos que siguen hirviendo por centenares de miles de años.

—La fe que le tengo al ser humano se la debo en gran parte a las películas de Kurosawa. Pero también comprendo su posición por la terrible injusticia de que hayan usado la bomba atómica solamente contra los civiles, y porque norteamericanos y japoneses se hayan confabulado para que el Japón la olvide. Pero me parece igualmente injusto que la energía nuclear se considere maldita para siempre sin pensar que puede prestar un gran servicio civil a la humanidad. Hay en eso una confusión de sentimientos que se debe a la irritación que usted tiene porque sabe que el Japón ha olvidado, y porque los culpables, que son los Estados Unidos, no han terminado por reconocer su culpa y por darle al pueblo japonés las excusas debidas.
—El ser humano será más humano cuando tenga conciencia de que hay aspectos de la realidad que no puede manejar. Creo que no tenemos derecho de generar niños sin ano ni caballos con ocho patas, como está ocurriendo en Chernobil. Pero ahora me parece que esta conversación se ha vuelto demasiado seria, y no era ésa mi intención.

Rapsodia en Agosto (Akira Kurosawa, 1991)
Rapsodia en Agosto (Akira Kurosawa, 1991)

—Hemos hecho bien. Cuando los temas son tan serios como éste no hay más remedio que tratarlos en serio. ¿La película que está terminando arroja luces sobre su pensamiento en este asunto?
—No en forma directa. Yo era un joven periodista cuando tiraron la bomba, y quería escribir artículos sobre lo que ocurrió, pero estuvo totalmente prohibido hasta que terminó la ocupación. Ahora, para hacer esta película, me puse a investigar y estudiar el tema, y sé mucho más que entonces. Pero si hubiera expresado mi pensamiento directamente en la película, no habría podido exhibirse en el Japón actual, ni en ninguna parte.

— ¿Usted cree que sería posible publicar la transcripción de este diálogo?
—No tengo inconveniente. Al contrario. Es un tema sobre el que muchas personas en el mundo deben opinar sin restricciones de ninguna clase.

—Muchas gracias. A fin de cuentas, creo que si yo fuera japonés sería tan intransigente como usted en este tema. Y de todos modos lo comprendo. Ninguna guerra es buena para nadie.
—Así es. Pero lo malo es que cuando empiezan los tiros, hasta Cristo y los ángeles se convierten en jefes del Estado Mayor.

 

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