Desde mi aldea veo cuanto de la tierra se puede ver del universo…
Por eso mi aldea es tan grande como cualquier otra tierra
porque soy del tamaño de lo que veo
y no del tamaño de mi altura.
(Fernando Pessoa)

Algo de jazz tiene la Tierra Seca, algo de fuga bachiana, mucho de fado. Mário Laginha elegió un páramo para plantar su huerto, una tierra remilgosa, de quisquillosa fertilidad, a la que llevó nutrientes que anduvo colectando en las veredas de los años, con ellos fecundó el desierto para cultivar una flora apolínea, esencial, desprovista de fatuos ornamentos.

«En su música podemos encontrar un poco de casi todo, porque no cierra las puertas a casi nada. Mário Laginha se ha procurado en varios lugares el material para construir su propio universo musical. Mucho más que mezcla, hay asimilación. Lo que se puede escuchar al final es…música», se lee en su página web.

Terra Seca
Terra Seca

Mário Laginha nació y creció en Lisboa, entre las aguas del Tajo y las notas del fado, desde niño aprendió a tocar piano y la guitarra pero fue tocado por la magia de Keith Jarrett y decidió que su vida estaría unida a las teclas blancas y negras. Estudió piano en la escuela de jazz Louisiana, en Cascais, y después en la Academia de Amadores de Música.

No sé si sea lector de Pessoa pero, cuando veo su carrera no puedo evitar que vengan a mi mente los poemas de su compatriota, especialmente los del heterónimo Alberto Caeiro, ese poeta amante de la naturaleza que, en El pastor amoroso, parece resumir la práctica del pianista:

El amor es una compañía.
Yo no sé andar solo los caminos,
porque ya no puedo andar solo.

Y es que Laginha ha hecho prácticamente toda su carrera en compañía, su colaboración más fructífera es con María João (de quien hablé hace unos meses en el texto  Maria João, una cantante desparpajada e iridiscente) con quien ha producido una docena de discos, pero también están sus encuentros con Bernardo Sassetti, Pedro Burmester, y los convocados a su primer trio, el bajista Bernardo Moreira y el baterista Alexandre Frazão.

Mário Laginha Novo Trio
Mário Laginha Novo Trio

Hace un par de años creó el Mário Laginha Novo Trio con una formación poco habitual, a su piano volvió a sumar el contrabajo de Moreira y una guitarra portuguesa, la de Miguel Amaral, de quien opina «es una persona con la que da gusto trabajar; es un gran músico, un gran guitarrista»

Sobre la inclusión de este instrumento explica: «La presencia que en principio sería extraña es la guitarra portuguesa; y esta extrañeza no es solo por la instrumentación, sino por el tipo de música que tocamos. Cuando hablamos de guitarra portuguesa, la gente piensa en fado. Todavía creo que se puede ir más allá del fado, y me atrajo mucho experimentar.
En grupos de jazz, muchas veces quien toca una melodía es, por ejemplo, un saxofón o una trompeta, y allí el sonido es melódico, no es armónico. En este disco, la guitarra portuguesa es armónica y melódica, mientras que otras veces es rítmica»
Se refiere a Terra Seca, el disco inaugural de la formación que fue presentado el 18 de septiembre de 2013, en el auditorio lisboeta de Culturgest.

El material sonoro de Terra Seca, trabajo dedicado a Bernardo Sassetti, es casi en su totalidad de la autoría del líder, la excepción es la pieza Fuga para um dia de sol, escrita por el guitarrista.
¿Es un disco de jazz?, Laginha responde:
Está «más próximo del jazz que de otra cosa. Los más fundamentalistas dirán esto no es jazz, no tiene el swing habitual; otros dirán que tampoco es música clásica, y yo estoy de acuerdo; y todos dirán que no es fado, y de hecho no lo es del todo».

Fernando Pessoa
Fernando Pessoa

Inevitable volver a Pessoa, especialmente a Caeiro:
No me importan las rimas. Raras veces
hay dos árboles iguales, uno al lado del otro.
Pienso y escribo así como las flores tienen color
(…)
Miro y me conmuevo,
me conmuevo como el agua que corre cuando el suelo se inclina,
y lo que escribo es natural como cuando se eleva el viento…

Con la difícil simplicidad de Caeiro, con su amor a la naturaleza y su compromiso con la creación, Laginha se aproxima al territorio más infecundo para que la labranza, aunque ardua, esté libre de contaminantes y produzca frutos novedosos:
«La tierra seca es, por regla general, una zona poco habitada, donde es necesario hacer un esfuerzo para transformarla en fértil. Y yo pensé que, musicalmente, teníamos que ir a una zona poco habitada. Y eso tiene un lado fascinante porque es necesario ir a la búsqueda, es necesario convertirla en fértil.”

Acaso desde ese territorio, Laginha nos de la bienvenda como El cuidador de rebaños de Caeiro:
Los saludo y les deseo sol,
y lluvia cuando lluvia hace falta,
y que sus casas tengan
junto a una ventana abierta
una silla predilecta
donde se sienten a leer mis versos.
Y que al leer mis versos piensen que soy algo natural
-por ejemplo el árbol viejo
a la sombra del cual de pequeños
se derrumbaban cansados del juego
a limpiarse el sudor de la cabeza ardiente
con la manga del delantal rayado.

Escribo esto al pie de mi ventana abierta, mientras escucho a la música de Mário y una de las voces de Fernando, esos dos árboles tan parecidos, tan uno al lado del otro, tan cercanos al jazz, tan distantes de la rima.


 

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