Señor Taxista:

Espero que la esté pasando bien, que la vialidad esté fluida y que tenga clientes pa trabajar -como dice Pedro Navajas-.

El motivo de esta misiva es para decirle a usted que muchos consideramos que en su forma de manejar y en su actitud reposa buena parte de la tranquilidad posible para los cientos de miles de conductores que, al igual que usted, tenemos que andar por estas calles, incomprensibles por su forma, sus defectos y sus estrecheces.

Y le digo que en usted, porque debe haber unos 9,999 mil taxistas más circulando en estos momentos por la ciudad. Así que considere lo importante que resulta que todos sus congéneres ponga su granote de arena para que cuando menos haya civilidad en nuestras calles y avenidas.

Antes había unos cuatro mil taxis, y en verdad era una buena forma de ganarse la vida. Los honrados choferes llegaban a su casa después de haber transportado a muchas buenas personas de su hogar al trabajo, o a centros de entretenimiento, o de regreso a casa.

Pero ahora el número les ha cambiado el carácter. Ayer, por ejemplo, iba yo a entrar a la lateral del puente que conecta Lázaro Cárdenas con Américas y Maestros Veracruzanos, viniendo de la Araucaria, y usted no respetó la cola que estábamos haciendo con toda paciencia unos 40 vehículos (la fila llegaba casi hasta el puente del ferrocarril). Como le sucede a muchos taxistas, seguramente usted pensó que tiene preferencia de paso en todo el universo, así que lindamente se fue por el carril de baja velocidad para ingresar al puente, y justo al llegar a las boyas que dividen la subida y la lateral, pretendió que todos le cediéramos el paso que nos correspondía en justicia. Con esa acción provocó varias cosas: 1. Que la gente se enojara y le echara sus vehículos encima para impedir que ingresara tan avilonamente. 2. Que los autos que iban a seguir hacia el puente estuvieran a punto de chocar, al tener que detenerse de manera innecesaria, sólo porque usted estaba estorbando. 3. Que su mal ejemplo cundiera, porque otros choferes trataron de hacer lo mismo.

Le tengo una mala noticia; todos tenemos los mismos derechos. Usted, por ser un trabajador del volante y vivir de ello, no tiene ningún derecho especial. Todos perdemos cuando nos retrasamos al llegar, no nadamás usted.

Ese ejemplo que le pongo, se reproduce en todas las filas que se hacen en la ciudad, Siempre estamos padeciendo porque algún taxista nos quiere adelantar, aun -y sobre todo- cuando no le corresponde.

No sé qué es lo que piensa, no atino a discernir su lógica cuando ve que estamos todos por ingresar formaditos a una avenida y usted se va por la lateral, casi se sale del arroyo, se pone a punto de chocar lateralmente con algún otro vehículo y se empeña en rebasar y ganar unos cuantos lugares, lo que en verdad -se lo aseguro con la mejor intención- no va a hacer que llegue antes… y sí que sea usted una vez más blanco de la repulsa popular.

Trate de ser más civilizado, más urbano. Todos se lo vamos a agradecer, y verá que es bueno eso.

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