La actitud del gobernador Javier Duarte de Ochoa pareciera emular aquella tórrida frase de Fidel Herrera Beltrán, en junio del 2010, antes de dejar la gubernatura, cuando en una conversación telefónica, cuya grabación fue divulgada por el PAN, exclamó: “estoy ahorita en plenitud del pinche poder; tengo el gobierno en la mano”.

Menos de dos años antes de entregar la estafeta, Duarte ha mostrado que puede con toda seguridad lanzar cualquier iniciativa de ley, hacerla triunfar en el Congreso por mayoría y aparecer públicamente con una sonrisa de satisfacción sin temor a que nadie le proyecte sombra sobre su compartido proyecto político.

Suena interesante el paralelismo, sobre todo porque en la conversación invocada Fidel se dibujaba de la cabeza a los pies cuando ordenaba la canalización de dinero público para las campañas priistas, a cuyos aspirantes les indicaba con quiénes podían acercarse para conseguir recursos, y giraba instrucciones para que un compositor plagiara el eslogan de Dante Delgado para usarlo en la campaña de Javier Duarte, entonces candidato al gobierno estatal.

Pero si en aquel momento Fidel solo encontró la denuncia del PAN ante las autoridades electorales, que no fructificó porque no se admite como prueba una grabación cuya obtención no está amparada por una orden judicial, a Javier Duarte le han salido varios interlocutores sumamente críticos dentro de su propio partido, donde las actividades de compra-venta de conciencias le han resultado menos exitosas que cuando las aplica con panistas y perredistas.

Aunque el entorno era propicio para el lucimiento del mandatario veracruzano, con la visita de un presidente Enrique Peña Nieto recién desempacado de Washington (donde fue reconvenido por el presidente Barack Obama), dos de sus camaradas de partido, los senadores Héctor y José Francisco Yunes, le dieron ostentosamente la espalda, saliendo del evento en que se conmemoraba la promulgación de la primera ley agraria, en medio de la expectación política y mediática, y haciendo declaraciones candentes y sumamente directas, derivadas de la reciente reforma electoral en que se impuso la elección en 2016 de un minigobernador, sí, el de dos años.

Los Yunes rojos le dieron la espalda

Lo menos que declaró Héctor Yunes es que el PRI vive una peligrosa fractura interna y que el estado de Veracruz adolece de falta de rumbo, características ambas atribuibles a “un afán sectario, de pequeñez, que permea en todos los ámbitos de la vida pública”. Y para que no hubiera duda sobre lo que quiso decir, añadió en un comunicado de prensa: “La clase política está confrontada con el gobernador. El PRI, dividido por una injerencia anacrónica y lamentable”.

De hecho, la salida de los dos senadores priistas del acto presidido por Peña Nieto tuvo como propósito muy claro evidenciar que no hay unidad del priismo en Veracruz. ¿Qué explicó Héctor en su comunicado? Que la salida de los dos aspirantes a la gubernatura, dañados por la aplicación de chiquitolina al próximo gobernador, fue “para evidenciar que no existe unidad. Que no existe acuerdo ni talento negociador. Toda pretensión de mostrar lo contrario es un montaje en el que no vamos a participar”.

De plano, aseguró que no había unidad del priismo, unidad real, por lo menos no aquella que es impuesta: “En la entidad no existe unidad al interior del PRI, la unidad que pretende mostrar el gobernador del Estado es supuesta e impuesta, y existe una clara injerencia del Ejecutivo Estatal en la vida interna de los partidos políticos diferentes al nuestro, lo que ha provocado reacciones de una extraordinaria e injustificada molestia de sus dirigentes como es el reciente caso de Dante Delgado Rannauro, lo que incrementa el riesgo, ya de por sí elevado, de seguir deteriorando la gobernabilidad en Veracruz”.

Independientemente del avance que signifique esta oposición o disenso en el interior del PRI contra decisiones del gobernante en turno, generalmente sometida a la negociación interna, a la represalia, al Gulag descarnado, al congelamiento político, lo cierto es que nada podrán hacer los libelos desprestigiadores y burlones que el propio gobierno estatal envía a través de correos electrónicos apócrifos contra una opinión que parece expandirse dentro y fuera del PRI.

Y mientras Héctor Yunes fue frontalmente al aspecto político, José Francisco Yunes Zorrilla, por cierto presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Senadores, se refirió al tema del retraso injustificado y peligroso de las participaciones federales destinadas a los ayuntamientos de Veracruz, una maniobra inescrupulosa de la Secretaría de Finanzas y Planeación, que obligó a decenas de alcaldes a quejarse abiertamente. Y es que, aunque solo se refirió a los ayuntamientos, lo cierto es que esta medida draconiana se aplicó por igual a organismos descentralizados y a instituciones como la Universidad Veracruzana.

“Es muy delicado que las participaciones y las aportaciones no llegaran en los tiempos que marca la ley y bajo las fórmulas que establece la ley, es un tema delicado al cual hay que darle seguimiento (…), las participaciones federales han llegado puntualmente al estado; la información que nosotros tenemos en la comisión de Hacienda es que para el 2014 no hubo baja en el Fondo General de Participaciones, hay que ver por qué no llegó”.

Claro, puede no ir más allá de las propias declaraciones incendiarias; de hecho, lo más seguro es que Pepe no se interese por rascar más en el tema, y solo se conforme con levantar el confeti como un sorpresivo norte en el carnaval jarocho. Aun así, ha calentado –como su compañero en el Congreso de la Unión– la caldera política.

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