A Sara Ladrón de Guevara, primera mujer en asumir la rectoría de la máxima Casa de Estudios de la entidad, le ha tocado lidiar con un momento histórico realmente adverso no solo para la Universidad Veracruzana sino para la educación en general y, si se vale, no solo en Veracruz sino en el país, lo que se manifiesta en la peor crisis de que se tenga memoria, pese a que la educativa fue la primera reforma estructural lograda por el presidente Enrique Peña Nieto.

Castigada económicamente durante los últimos tres años, aunque con una historia de penurias y tacañerías desde el gobierno de Miguel Alemán Velazco, que se volvieron ominosa costumbre durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, la Universidad Veracruzana ha debido transitar, en el primer año de Sara, por una serie de ajustes financieros para lograr medianamente el cumplimiento de sus gastos básicos, como la nómina.

En medio de la conmemoración de dos fechas históricas, como el cumplimiento de sus primeras siete décadas de existencia y los 85 años de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, que hallaron mayor resonancia en el ámbito nacional (como su remembranza en un sello postal y en una emisión de billetes de la Lotería Nacional), lo que más destacó la rectora ha sido el trabajo de su área financiera, a cargo de Clementina Guerrero, para mantener a flote a la casa de estudios.

No por menos Sara Ladrón de Guevara se refirió a la que ella denominó una histórica política de reorganización financiera que tuvo como su primera decisión deshacerse del equipo profesional de basquetbol, Halcones, cedido al gobierno estatal, que le permitió disponer de casi 51 millones de pesos, que fueron canalizados a pendientes institucionales en materia de retiro laboral, entre otros temas prioritarios.

Si ese primer manotazo sobre el escritorio es memorable, otro que debió enfrentar fue el de racionalizar la enorme sangría que, según sus propias expresiones, representaba el rubro de gastos médicos, también histórico porque representó una verdadera espiral de corrupción en que estaban involucrados hasta los médicos y hospitales privados.

Este ahorro, más el derivado de racionalidad presupuestal que la rectora estimó en más de 90 millones, ha permitido construir siete nuevos espacios, lo que se pudo lograr también con una decidida participación institucional en el concurso por recursos federales extraordinarios, donde ha sido fundamental la experiencia de su directora de Planeación Institucional, Laura Martínez Márquez, cuya dilatada experiencia en el tema, desde el rectorado de Víctor Arredondo, ha permitido atraer más allá del presupuesto anual ordinario.

Que la UV esté resintiendo el poco apoyo del gobernador Javier Duarte de Ochoa lo demuestra el mensaje que Sara debió enviarle por interpósita persona, el trasnochado secretario de Educación, Adolfo Mota Hernández, dado que el mandatario no vio importante acudir al evento de la UV en que se conmemoraba además su 70 aniversario, acaso porque no abrevó en sus aulas.

Aunque reconoció “su disposición constante y leal para con nuestra casa de estudios”, la rectora le pidió a Duarte, en nombre de toda la comunidad universitaria, “su apoyo decidido para avanzar en la fluidez de los fondos federales y estatales que nos son asignados”.

No podía ser más clara y directa quien debe velar por una institución educativa que ha dado valor agregado a la entidad, para señalar que durante el actual gobierno se han escamoteado no solo los recursos señalados en el presupuesto de egresos como subsidio estatal, sino incluso aquellos que, por desgracia, si bien provienen del gobierno federal deben pasar por el tamiz de la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan).

Otros aspectos, por supuesto, fueron tocados por la antropóloga, sobre todo en materia de ingreso, escolaridad, investigación, profesorado y vinculación con los sectores público, social y privado, pero quede en el aspecto financiero el comentario de hoy, porque constituye otro de los impactos negativos de las colapsadas finanzas estatales.

Estudios universitarios, ¿para qué?

Como si fuera un argumento más para frustrar en la población juvenil el deseo de transitar durante cuatro o cinco años por las aulas universitarias, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha puesto sobre la mesa un tema preocupante que tiene que ver con el desempleo inteligente en nuestro país.

Según su informe Panorama Educativo 2014, en México el mercado laboral sigue favoreciendo a quienes solo han cursado estudios de nivel básico (primaria y secundaria), en detrimento de quienes debieron quemarse las pestañas estudiando educación media superior (bachillerato) y superior (licenciatura y posgrado).

Junto con Corea, México exhibe, entre los 37 países adheridos a la OCDE, las más altas tasas de desempleo entre quienes cuentan con educación superior, con el 4.6 por ciento, mientras que entre la población que solo cuenta con estudios básicos la tasa es de 3.5 por ciento. El modelo de desarrollo, que favorece la aplicación de capitales extranjeros y nacionales a industrias maquiladoras, parece favorecer esa tendencia.

En otros datos, la OCDE señala que el desempleo entre las mujeres mexicanas subió de 4.9% en junio a 5% en julio, lapso en que el desempleo entre los hombres pasó de 4.9 a 5.3%. La tasa de desempleo entre los jóvenes mexicanos (de 15 a 24 años) disminuyó de 9.5% en junio a 9.2% en julio, contra la tendencia en los adultos (más de 25 años) en que aumentó de 3.8 a 4.3 por ciento.

El organismo multilateral menciona que las tasas de desempleo más altas en julio de este año fueron España con 24.5%, Portugal (14%), República Eslovaca (13.8%), Italia (12.6%), Irlanda (11.5%) y Francia (10.3%). En contrapartida, las tasas de desempleo más bajas se registraron en Corea (3.4%), Japón (3.8%), Islandia (4.4%), Austria y Alemania (4.9 %) y México (5.2%).

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