Qué bueno que Mauricio Audirac Murillo ha pasado en vela todas las noches desde que asumió la titularidad de la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan), porque ello le ha valido enterarse con toda precisión y de manera integral sobre el estado que guarda esa dependencia.

Se nota que ha destinado horas completas a revisar cada una de las cuentas que maneja porque ha salido a los medios con una seguridad que pasma.

Por ejemplo, ayer fue tajante en asegurar que ninguna otra partida que no haya sido etiquetada para el caso, se ha destinado a la traumática organización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2014, un infausto y enorme gasto que afecta ominosamente los escasos recursos de la entidad para algo que, en teoría, nos atraerá turismo.

Un turismo, por cierto, que ya tenemos en demasía, aunque solo sea de paso: el de los pobres de Centroamérica que cruzan parte de nuestro territorio en su camino a los Estados Unidos, aunque su ruta no les permite disfrutar de nuestras bellezas naturales y urbanas, a no ser las que se dejan ver mientras van en los techos de los vagones.

Tan involucradas están nuestras autoridades con un tema que tiene con la cólera a flor de labios a miles de paisanos, que hasta la televisión oficial ahora es de los centroamericanos. Vaya dislate, cuando Veracruz se ha hecho famoso porque, a su paso, decenas de migrantes sufren las de Caín, y muchos quedan desperdigados en las zonas rurales, víctimas de la delincuencia.

Pero don Mauricio o antes de entrar tuvo charlas con el que se fue o de plano tiene una inteligencia meteórica.

Ya vimos cómo Brasil se convulsionó socialmente ante una situación similar a la que enfrenta, a su debida escala, Veracruz: la organización de un evento deportivo que exige el gasto de recursos que no pueden ser aprovechados en temas sociales como salud, alimentación, educación y apoyos a la producción, porque lo poco que se tiene debe enfocarse a instalaciones deportivas.

Y, como en Brasil, en la entidad se ha vivido una grave escalada de corrupción que ha encarecido de manera astronómica las obras.

Construcciones y remodelaciones que, por cierto, se realizan a cuentagotas y con la más rala calidad, lo que ha hecho estallar de desesperación al presidente del Águila de Veracruz, José Antonio Mansur, porque el Parque Deportivo Beto Ávila (que, por cierto, pertenece a la Universidad Veracruzana) ahora es un verdadero asco.

Las críticas del directivo del equipo profesional de béisbol son severas. Hace ver que se están empleando constructoras que no tienen la más mínima idea de las necesidades de un parque deportivo, y que se utilizan materiales de pésima calidad. De manera que, además de gastarse los pocos quintos con que cuenta, el gobierno estatal lo está haciendo con trabajos y materiales que no durarán.

Y como eso, por doquier, las obras marchan con una pasmosa lentitud. Desde la gestión de la ahora presidenta del PRI estatal, Elizabeth Morales, la situación del manejo financiero se ha prestado a permanentes críticas, a señalamientos de corrupción, a supuestos desvíos temporales de recursos para afrontar situaciones difíciles del gobierno estatal con proveedores.

Lo bueno, señores y señoras, es que Mauricio Audirac Murillo, cuya reputación es extraordinaria como todos ustedes saben, nos ha dado mucha tranquilidad al decirnos que ni el 10 por ciento que se descuenta hace meses a los trabajadores y funcionarios del gobierno se destina a los JCC.

Federación, culpable de la falta de recursos

Y no vaya a creer aquello con lo que muchos se llenan la boca: que el gobierno veracruzano está en bancarrota porque le sangra casi el 75 por ciento de sus ingresos la enorme deuda pública, cuyo monto oscila entre los 45 mil millones de pesos que señalan las autoridades, y los más de 100 mil millones, que apuntan quienes todo lo ven color de hormiga.

La ventaja del cambio de secretario de Finanzas es que el de antes, el joven Fernando Charleston, nunca quiso hablar en plata sobre las razones de los disminuidos recursos del gobierno estatal, que han hecho tronar literalmente a cientos de empresas a las que no se les paga ni a destiempo.

Por fortuna, Audirac es muy valiente, y no le importa confrontarse con el gobierno federal, a cuya pírrica recaudación fiscal atribuye que el dinero llegue tarde y en abonos chiquititos, lo que ha obligado a que muchos ayuntamientos afronten situaciones difíciles hasta para pagar la nómina, ya no digamos para proyectos de desarrollo; a que la Universidad Veracruzana se declare prácticamente en insolvencia y sus trabajadores estén a punto de parar labores (no ahora, que tienen vacaciones) porque de Finanzas no transfieren a tiempo para sus salarios y prestaciones.

A que en todas las dependencias, los trabajadores, además de soportar una quita del 10 por ciento, no reciban ni para viáticos cuando deben cumplir con comisiones fuera de sus lugares de trabajo; a que miles de proveedores estén a punto de bajar las cortinas porque no les pagan lo que ya hicieron para el gobierno, en fin, a que la economía veracruzana no solo se haya estancado sino que haya experimentado un crecimiento negativo (de menos 0.6 por ciento) y que no haya empleos suficientes y con salarios remunerativos.

¡Claro! No es la deuda, es la ineficiencia recaudatoria de la Federación. Con esa reforma fiscal de Enrique Peña Nieto, cualquiera lo habría supuesto o, al menos, sospechado.

Pero Audirac vino a darnos luz.

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